lunes, 21 de diciembre de 2009

Love Istory


Se acercaban mis 17 años, mi padre que es el rey de Inglaterra decidió hacerme una fiesta, pero no una cualquiera si no que una de mascaras a La cual concurrirán sólo príncipes y princesas, aunque yo sabía que mi padre tenía otro propósito encontrarme un futuro esposo, el ya tenía su lista, pero yo no quería casarme, o al menos no por ahora, mi padre me daba en todos los gustos, y mi madre me híper mimaba, mañana era esa fiesta, y yo era la principal princesa de todo el mundo, era la más importante, todos eran mis amigos sólo por eso, y mi padre no entendía que yo quería tener una vida normal por lo menos por un día en fin lo único que podía hacer era disfrutar mi fiesta y ser la mejor princesa y reina que puede existir, a mi en lo particular no me importaba tanto mi apariencia, pero mi vestido era blanco, un blanco hermoso, con delicados detalles y unos hermosos zapatos de taco aguja, pero eso no era lo mejor, el palacio estaba increíblemente adornado con diferentes colores, pero todos hacen juego con mi increíble vestido original, me refiero a que me lo hicieron en especial a mí, mañana me repetí, mañana cumpliré 17 y seré la más hermosa princesa, pero eso no me importaba, estaba realmente preocupada, por ser hija única y mis padres en cualquier momento me heredarían, pero para eso debería casar,- o por favor, consuelo, no pienses en eso me decía mi yo interno, pero me di cuenta que ya era muy tarde y que mi padre me estaba diciendo que me fuera a dormir, -mañana será un gran día mi pequeña bebecita, siempre me decía lo mismo, y después besaba mi frente,- buenas noches, padre, y muchas gracias todo se ve increíble, me fui con destino a mi habitación para tener hermosos sueños.

A la mañana siguiente me levanté tarde y mis padres me fueron a felicitar a la habitación, los empleador, Lucy, Hans, Eloy, Julia, y muchos más me llevaron regalos, todos los empleados me quieren por que dicen que yo soy una de las pocas princesas que no les da que hacer e incluso les regalonea y les enseña cosas, en verdad yo si era diferente a las demás princesas que sólo buscan a un hermoso príncipe y se pasan arreglando, en realidad a mí me encanta salir a mojarme cuando llueve y caminar por la playa en las mañanas y leer, en el patio, en el palacio o en cualquier lugar y también tengo sueños, e ideas revolucionarias, se las leyes de mi pueblo, se la historia, se como puede surgir, la verdad he investigado bastante para poder ser una buena reina.

-mi fiesta es hoy, me dije muy alegre, me levante de la cama y abrí las cortinas que impedían el paso del hermoso sol, que me encantaba, la hora se me pasó volando de hecho no se como pero cuando mire el reloj ya eran casi las 13 hrs., me fui a dar un baño, después me peiné, me maquille, y me vestí, lo hice en ese orden porque siempre mancho mis vestidos y con mayor razón si son nuevos, la mañana se me paso volando y la tarde llegó, y con mayor razón la hora de la fiesta, me decidí a salir de mi habitación rumbo al palacio, al comedor de palacio, cuando llegue para poder bajar por las escaleras, todas las miradas se posaron en mi, el comedor de palacio era inmenso pero sin embargo estaba repleto de personas, sobre todo de princesas y príncipes, mi padre y madre también estaban allí, y me miraban con cara de alegría y de orgullo, los dos estaban sentados en sus tronos, y me daban la bienvenida, la verdad no podía reconocer a nadie, porque estaban todos con antifaz, incluso yo, con suerte reconocí a mis padre, me convencí de bajar las escaleras, con mucho cuidado para no tropezar al llegar al final me sentí orgullosa de no haber tropezado, la música sonaba y todos comenzaron a bailar, me reía mucho por que mi padre estaba bailando con mi madre y parecían verdaderos enamorados, si hasta se veían más jóvenes, yo comencé a saludar a todos los invitados, me estaba divirtiendo muchísimo, pero en ese momento una mano me saca a bailar, pude decirle altiro su nombre.

-Zac, ¿viniste?

-no me hubiera perdido por nada tu fiesta

-gracias por venir, me alegra verte aquí, más conversábamos que lo que bailábamos, pero me divertía estar con el, de hecho era mi único amigo.

Pero en ese momento nos separan, mi padre me saco a bailar, después baile con otras personas, que no conocía pero me simpatizaron muchísimo.

De la nada se cortó la luz, la música paro, y lo único que podía escuchar eran los gritos que se armaron, pero cuando iba a dar instrucciones de donde estaba la salida una mano me aprisiona contra la pared, y me dejó casi aplastada, me tapa la boca impidiéndome decir algo.

Y descaradamente me besa, pero no fue un beso corto fue un beso largo, en ese momento le odie, pero el me tenía a su merced, ya que su cuerpo me impedía moverme.

-suéltame, le dije en tono de orden

- no, no quiero, te tengo gusto como quiero Consuelo

-¿Cómo sabes quien soy?, descarado, que ¿acaso me conoces?

- digamos que si

- ¿Quién eres?

- soy tu mejor amigo

-no, no eso es imposible, mi único amigo es Zac, y el no haría una cosa así

-pues entonces no le conoces lo suficiente, está justo parado en frente de ti y tu no te has dado cuenta

-imposible, me repetía a mi misma, en un afán de que todo eso sea mentira, las luces se encendieron como por arte de magia, y le pude divisar, en verdad era el.

-¿ahora me crees?

Me quede perpleja, realmente era él, se saco la máscara y comenzó a acariciar mi cara dulcemente yo comencé a temblar, las piernas no me respondía, mi corazón no podía latir, mi respiración, cada vez se trasformaba más veloz, mis ojos comenzaron a llorar, y yo no sabía el porque de mi organismo, el porque estaba así, que me había afectado tanto.

-no, por favor no llores, Conzhu, para por favor, dime que puedo hacer para calmar todo ese dolor que sientes, dime por favor.

-nada, sólo podrías explicarme porque has hecho todo esto.

- porque te amo, Consuelo yo te amo, tu eres especial para mí, eras mi mejor amiga, pero hoy me di cuenta de que yo te amo y no quería aceptarlo, lamento si no te lo dije antes, pero hasta hoy me vine a percatar que tan grande es mi sentimiento.

-Zac, por favor, ¿somos amigos verdad?

-lo siento, pero yo tu amigo no podré ser, pero si podré ser tu novio, tu amor, tu esposo… claro si tu quieres.

-Zac, por favor no me compliques las cosas, yo, yo…., no sabía porque no podía terminar la frase, pero antes que siguiera hablando el me dijo:

-déjate llevar por una vez y disfruta de tu propio cuento, del cuento que siempre soñaste y ahora se te cumplió, solo déjame amarte, posó sus labios dulcemente contra los míos, al principio no quería seguirle el juego, pero me deje llevar por él, me abrace a su cuello, y comencé a devolverle cada beso con otro, hasta que nos dimos un respiro, y nos dimos cuenta que todos los ojos se posaron en nosotros, Zac y yo nos miramos ,Zac comenzó a gritar:

- lamento la tardanza pero Consuelo a decidido ser mi novia y mi futura esposa, yo le mire con cara de que estas hablando y el sólo me beso, todas las personas comenzaron a aplaudirnos y a desearnos un feliz romance, y eso que recién habíamos comenzado hoy, pero nos queríamos y éramos lo bastante jóvenes para tener sueños, y amarnos con locura y pasión.

Fin

domingo, 13 de diciembre de 2009

Prohibida.


Hacía horas que estaba sentado allí, junto a la pequeña barra y no había podido quitarle los ojos de encima. Sabía que sería difícil, sabía que me costaría soportarlo, pero verla allí, vestida de blanco y sonriente junto a otro hombre era algo difícil de resistir, casi imposible y aún más sabiendo que aquel hombre era mi propio hermano. Su cabello castaño y sedoso se movía al compás de la música mientras bailaba con su reciente esposo, haciendo que su vestido se elevara a su alrededor con cada paso. Qué habría dado por ser yo quien ocupara el lugar de mi hermano, por sonreír junto a ella, por gritarle al viento cuánto la amaba. Sin embargo mi papel era otro y no había nada que hacer para remediarlo.
— ¡Joe, es tu turno para el vals! —exclamó Nicholas desde la multitud, mientras hacía señas para que me acercara hacia él.
Me limité a asentir con la cabeza y me volteé hacia el barman.
— Otro tequila —ordené.
Bebí el trago de una sola vez y apoyé el vaso sobre la barra junto a los demás. Aquello me ayudaría a soportar lo que vendría. Me puse de pie y caminé hacia mi hermano, quién abrazaba a su mujer por la cintura. Debía controlarme, tenía que fingir que todo estaba bien, que me encontraba feliz por ellos.
— ¿Pensabas escaparte y no bailar con la novia? —bromeó él y se separó de ella para darme espacio.
Me limité a sonreír y Nicholas se alejó devolviéndome el gesto para luego comenzar a bailar con su suegra, dejándome totalmente solo con ella. Sin decir una palabra, la tomé con firmeza de la cintura y entrelacé mis dedos con los suyos; una de sus manos se posó sobre mi hombro y comenzamos a dar vueltas al compás. Era tan placentero sentir su cuerpo ante mi tacto y a la vez tan desesperante; estaba consciente de que jamás volvería a sentirla como alguna vez lo había hecho antes.
— ¿No vas a decir nada?
Su pregunta me tomó de sorpresa y fruncí el ceño, confundido.
— ¿Debería? —inquirí sin dejar de mirarla.
— Eso creo —respondió sin despegar la mirada— no te he oído acotar nada desde que llegamos
Reí con sarcasmo.
— Lamento no haberle comentado lo hermosa que está la fiesta, señora —murmuré con ironía— realmente estoy muy contento de que sea la mujer de mi hermano, me desborda la alegría
— Joe… —comenzó ella pero yo la interrumpí.
— No sabes las inmensas ganas que tengo de besarte en estos momentos, Cami —solté— lo haría ahora mismo si no quisiera arruinar la felicidad de mi hermano
— No sabes lo que dices —negó ella sacudiendo la cabeza de lado a lado.
— No finjas, ambos sabemos lo que sientes por mí
— Has tomado demasiado —insistió ella e intentó separarse, pero yo fui más rápido y acabó encarcelada entre mis brazos— Suéltame, Joe, me haces daño
— ¿Qué hay de aquellas noches a escondidas que pasaste junto a mí? —continué, ignorándola. Sabía que no servía de nada reprochar, pero lo necesitaba. Necesitaba que ella sintiera aunque fuera una parte del dolor que me estaba carcomiendo a mí— ¿Las has olvidado? ¿Me has olvidado? Créeme que no miento cuando digo que yo no te he olvidado a ti
Las lágrimas se agolparon en sus ojos e intentó zafarse de mí una vez más sin éxito alguno.
— Estoy con Nicholas, Joseph —suplicó— por favor, no hagas todo más complicado
— Júrame que me has olvidado —ordené— y te dejaré ir
Desvió su mirada y tomé su mentón para obligarla a dirigir la vista nuevamente hacia mi rostro.
— Júralo
— No te he olvidado —respondió entre dientes y las lágrimas que hasta entonces había retenido se deslizaron por sus mejillas— Jamás podría hacerlo, eres lo mejor que me ha pasado
— ¿Qué sucede aquí? — Intervino Nicholas y Cami secó sus lágrimas rápidamente— ¿Por qué está llorando? —me acusó mientras la tomaba en brazos.
—Nada importante, Nick —aseguró ella— no hay de qué preocuparse, simplemente me emocioné, nada más
—Recordando viejos tiempos —añadí.
Cami agachó la cabeza y Nicholas presionó sus brazos con fuerza alrededor de ella.
—Eres tan sensible, amor —susurró con una sonrisa y besó su cabellera.
—Una bebida me llama —interrumpí. Realmente deseaba alejarme de aquella escena empalagosa rápidamente— los veo luego, disfruten
Me alejé nuevamente hacia la barra y ordené otro trago. El alcohol era mi único amor fiel.


END.

Consuelo ♥

martes, 3 de noviembre de 2009

One Shot

Siempre me he preguntado ¿Por qué las personas le tienen miedo a la lluvia?, porque siempre que llueve las personas se encierran en sus casas, o se resguardan en un lugar hasta que escampe un poco, quizás yo sea extraña, pero, yo prefiero salir cuando llueve, para mí la lluvia purifica, te ayuda, refresca y limpia, la lluvia es hermosa, y el día de hoy, me decidí a caminar bajo la hermosa lluvia, que para mí era una bendición en esta sequia, caminaba sin un rumbo fijo, lo único en que pensaba, era en mis hermosos sueños, en mi vida, en cómo he crecido y nunca he si quiera dado un beso, antes eso no tenía sentido, pero el día de hoy, no sabía el porqué, pero todos esos pensamientos vinieron a mi ser, pensaba en como hubiera sido mi vida, si yo hubiera sido diferente, quizás no hubiera estudiado tanto, o ahora estaría casada, o pololeando, porque así estaban todas mis amigas, nunca entendí, el motivo de que todas las chicas, como decirlo, pesadas creídas, poco estudiosas, malas, y cosas así, encuentren el amor, antes que chicas buenas, quizás no tan agraciadas, pero que ¡HELLO!, ¿Qué acaso ahora nadie se fija en la belleza interior?, ¿Qué yo soy la única que se fija en eso?, quizás mi problema no era eso, quizás mi problema era que nunca salía, siempre estaba sola sentada leyendo, o puede ser que sueño con un amor que jamás encontraré, en un desván desperté de todos esos pensamientos, y me di cuenta que me encontraba en la playa, cerca de mi casa, tome asiento en una roca, ya más mojada no podía estar, y sentarme cerca del mar, es algo realmente relajante, lo único malo era que no podía leer, por razones ya obvias, pero deje que mi mente comenzará a recordar, y me fui a uno de mis recuerdos, vi en mi mente al primer amor de mi vida, y en como yo le miraba esperando alguna respuesta, pero nada, le escribí, pero nunca hubo contestación, y el día más triste fue el de su partida, recuerdo, que se despidió de mi y que casi me da mi primer beso, pero solo me dio un beso en la mejilla, era un beso que recordaría por siempre, y que nunca olvidaría, ese día fue hermoso, pero al mismo tiempo triste, nunca más me volví a enamorar así de alguien, y nunca más traté de declarar mi amor así, si quizás haya sido un amorío de niños, pero para mí había sido mucho más que eso, porque él me había prometido regresar, lo recordaba todo como si fuera ayer, y unas lagrimas comenzaron a caer, lo bueno era que no se notaban con la lluvia, y tampoco andaban personas en las calles, en un acto de tratar de secar mis lagrimas, me di cuenta que algo impedía que las gotas se llevaran mis lagrimas, me gire, en un acto inconsciente, y vi sobre mi cabeza un paraguas y frente a mí, un hombre de más o menos mi edad, le sonríe, en un acto cortes, por preocuparse por mí, el era rubio de ojos azules, hermoso, era realmente atractivo, y por un momento me recordó a mi gran amor de niñez, me recordó a Zac, no le di mayor importancia, y le seguí sonriendo, hasta que pude decir unas palabras:
-muchas gracias, pero ya de nada sirve, estoy empapada y voy camino a mi casa, muchas, muchas gracias, pero debo irme, que este bien, gracias.
Me gire, y comencé a caminar lentamente hasta mi casa, no alcance a moverme y el me dijo:
-Consuelo, que acaso no me ¿reconoces?, Consuelo, he vuelto, he venido a cumplir mi promesa, todo este tiempo te he estado observando se que estás sola, y espero que eso se deba a que me esperabas, pero si no es así no importa, yo he venido a por ti, y no pienso alejarme de ti, no ahora, Consuelo yo no te he olvidado, desde que me fui no he dejado de pensar en ti, lo lamento, sé que no debí marcharme, pero fue necesario, ahora sé que te amo, y que tú me recuerdas.
Si quizás ya no estaría sola, quizás ahora estaría con el único amor de mi vida, el amor que había vuelto por mí. Me gire en un acto inconsciente, y me acerqué a él, le acaricie el rostro le mire bien, y realmente era él, era mi Zac, era el amor de mi vida, no sé cómo, pero me enamoré de él, otra vez, le abrasé, con mucha pasión y sobre todo amor, y le dije en susurro:
-nunca pensé que esto pasaría, pero me alegro de que pasase, este si que es una historia digna de escribir, ahora sé que encontré mi final feliz, Zac, siempre de ame, y te sigo amando.
Zac, me abrazó fuertemente y los dos llorábamos de emoción y felicidad, si quizás en mi vida no había sido muy amada, pero el día de hoy no me arrepentía que así haya sido, porque el día de hoy, había conseguido a mi príncipes azul, el que es y será el amor de vida, Zac me miro a los ojos y no pudo evitar el comentario.
-estas más hermosa que nunca, te amo.
Después de eso busco mis labios y me beso, si no hubiera sido por ese hermoso día de lluvia, quizás esta historia no hubiera sido así, y no me arrepiento de haberme mojado, y de haber esperado al amor de mi vida.

viernes, 16 de octubre de 2009

El Brillo Del Bosque.

Siempre se creyó la única alma en ese desolado bosque, y eso era lo que quería. No es que fuese un autista, simplemente, le gustaba tanto ese antiguo lugar, tan lleno de misterio y una aura especial, sin olvidar que estaba rodeado de todo lo que a él le parecía fascinante. Rocas, minerales —en un estado tan puro que parecía que alguien cuidaba de ellos para que no se deterioraran— y hasta fósiles si andaba de suerte ese día. Había ido hasta ese bosque numerosas veces, prácticamente formaba parte de su rutina, al menos día por medio, si es que no todos los días. Adoraba sentirse rodeado de la naturaleza y nada más, solo pequeñas y débiles respiraciones que apenas podía detectar que correspondían a asustados animales ocultos entre los matorrales.

A veces le faltaba un poco de conversación, siempre se había caracterizado por ser alguien sumamente sociable, pero cuando entraba al bosque, olvidaba todo aquello de lo que gustaba excepto la naturaleza. Parecía que este lugar, tan alejado de la civilización, oscuro, tranquilo pero aún así, algo tenebroso si se hacía de noche, repelía a todo el mundo, menos a él. Por alguna extraña razón, se sentía sumamente atraído a adentrarse entre aquellos espesos árboles que le ofrecían una cantidad sin fin de elementos preciosos entre sus raíces, y como dedicado geólogo que era, no podía negarse a semejante oferta. Un abastecimiento ilimitado de todo lo que a él podría hasta robarle la respiración, era la más tentadora oferta.

Siempre, pese a que todo aquel que sabía que él venía a este oscuro bosque le decía que ni loco lo acompañaría, porque el lugar estaba encantado, él nunca sintió ninguna otra presencia, al menos, no una que fuera ajena a él y los animales que lo rodeaban y a los que se había habituado tanto que hasta a veces le hablaba.

Pero hoy era distinto.

Hoy se sentía observado, vigilado por alguien que no era un animal. Al menos, no uno de los que normalmente, rondaban por estos alrededores. ¿Acaso había llegado algún tipo de depredador en estos cuatro días que él estuvo alejado? Tonterías, se dijo a sí mismo, no ha de ser nada nuevo ni extraño, sólo estoy alucinando por todos los discursitos de Eric.

Siempre culpaba a su amigo por meterle diferentes ideas en la cabeza; era quien más insistía con el asunto de que el bosque estaba encantado, pero no, él sabía que no era así, que su bosque no estaba encanado, porque así lo sentía. Suyo. Sólo se sentía observado porque estaba recordando todas las palabras de advertencia que le había hecho su amigo.

«Te digo que está embrujado, hermano, no deberías ir ahí, un día te va a pasar algo y nadie podrá ayudarte. No serías el primero en desaparecer»

Podía escuchar con claridad las palabras de su amigo en su cabeza, se repetían una y otra vez, pero él no le creía y no debía dejar que sus insistentes palabras cargadas de preocupación, cambiaran lo que él creía desde siempre. Llevaba viniendo a este bosque casi ocho meses, y jamás había sentido algo extraño. Claro, hasta ese día.

Culpaba a su amigo, no podía ser nada más, seguro era otro animal y lo sentía diferente porque dejaba que las palabras de su amigo lo afectaran. Aún así, aunque se convenció de que no era nada extraño, la sensación de tener una mirada clavada en su nuca le ponía los vellos de punta. Era tan extraño, si se ponía a pensar en eso, se sentía cada vez más observado, más vigilado. Sí. Así se sentía: vigilado por algo… o alguien. Pasó por su mente la posibilidad de que fuera su mismo amigo tratando de hacerle una broma, pero bien sabía que él no entraría al bosque ni aunque le pagaran una fortuna por ello; menos lo haría para asustarlo a él.

Quería dejar de pensar en que alguien lo vigilaba, estaba casi cien por ciento seguro de que si se olvidaba de eso, ya no sentiría nada extraño. Pero no podía. De hecho, cada vez sentía que estaban más cerca de él y que lo miraban con más intensidad. Entonces, escuchó el crujir de unas ramas. No se quiso voltear, pero aquel crujido casi le quita el alma. Estaba tan pendiente de lo que sucedía a su alrededor, que aquel ruido le pareció más fuerte de lo normal. Mucho más fuerte.

Esperó hasta que se repitiera algún ruido, o algo que delatara a lo que estaba cerca, pero nada sucedía; no podía oír más allá de su irregular respiración y los acelerados latidos de su corazón. Si hasta parecía que todos los demás animales que siempre le hacían compañía, habían desaparecido, y eso que estaba muy acostumbrado a ellos, siempre podía oírlos. Su oído se había agudizado en todos estos meses y ahora estaba más agudo que nunca, pero no podía oír nada más. Era como si no hubiera nada más ahí, aparte de él mismo.

—Me he de estar volviendo loco —dijo en voz alta y se giró para seguir buscando una nueva muestra.

Fue cuando se agachó nuevamente cuando escuchó un suspiro. Era, claramente, uno de alivio, como si hubiese estado tenso durante mucho tiempo y conteniendo la respiración, y por fin, podía respirar. Él sabía que aquel suspiro no le pertenecía a él ni a ningún otro animal. Había alguien más cerca y, ahora, su deseo más grande había dejado de ser encontrar un nuevo fósil para convertirse en saber qué lo estaba vigilando. Como sabía que si se movía en busca de aquel ente, éste desaparecería o escondería otra vez, permaneció donde estaba como si no hubiese oído nada. Sintió que lo observaban con intensidad, no como si él fuera una presa, sino, como lo más interesante que podría existir en ese lugar. No tenía miedo, sino una gran urgencia por saber, de una vez por todas, que había de extraño en este día y quien lo miraba con tanto ahínco; quería saber qué tenía él de interesante comparado con este majestuoso bosque. Además, quería saber quién podía compartir su interés por este bosque.

Sin moverse mucho, y tratando de simular que no había notado nada extraño, giró su lupa que colgaba de su cuello para que la superficie metálica y brillante que protegía el lente, se convirtiera en un espejo para ver qué ocurría a su espalda. Todo se veía oscuro, los rayos del sol llegaban con dificultad, pero de pronto algo iluminó aquel oscuro rincón.

Fue algo que lo dejó sin aliento. Claramente no había sido un simple rayo de luz que iluminó un poco para que él viera, al contrario, parecía que había sido algo que nunca debió suceder. Punto uno: no debía de haber cristales entre los árboles del bosque porque era peligroso, podía generar un incendio. Y punto dos… bueno, no tenía un punto dos. Él vio como la oscuridad se iluminaba de repente por muchos haces de luz que se formaron porque uno en particular, se reflectó en una superficie que separó el rayo de luz solar en muchos otros con diferentes matices. Igual a lo que sucede cuando incide un haz de luz sobre un cristal, sobre un prisma. ¿Pero que podía haber en el bosque que produjera ese efecto? Él sabía que no había olvidado nada en sus anteriores visitas, y también sabía, que él era el único que visitaba el bosque. Al menos, eso crecía hasta ahora.

Intrigado, espantado y hasta asombrado, se giró rápidamente en busca de lo que había producido que aquel sector del bosque se iluminara por completo. Se sorprendió de lo que en un principio vio.

Nada. Absolutamente nada.

Desilusionado y hasta creyéndose un loco por imaginar esas cosas, se volteó un poco para volver a su anterior ocupación. Sacudía la cabeza para borrar todos sus pensamientos, pero algo le llamó la atención y volvió a clavar la vista en aquel rincón del bosque.

Tan oscuro como estaba, igual pudo ver algo que no pertenecía ahí. Su corazón comenzó a golpear con una fuerza increíble dentro de su pecho. Sentía crecer dentro de sí una fuerza impresionante, algo que le gritaba que todo en su vida estaba por cambiar en aquel minuto, pero que también le decía, que no debía temer. Fuese lo que fuera, no le haría daño. Al menos, no a él.

Pese a que se escondía tras el tronco de un árbol, él pudo ver una silueta —parte de ella, mejor dicho—. Le bastó ver una parte de su brazo para saber que no era un animal ni un hombre; sino una mujer, una delgada y frágil chica que se escondía. ¿Acaso estaba perdida? Quizás había llegado al bosque durante la noche o algo, se perdió de su grupo y acabó en este lugar y ahora estaba asustada en la oscuridad, pero ¿por qué se escondía de él si, por lógica, podría ayudarla a salir? Sabía muy bien que él no despertaba temor en nadie, su apariencia no era tan parecida a la de un ermitaño, sabía por la boca de todos sus conocidos, que él derramaba amabilidad por todos sus poros y que tenía grabada a fuego en su piel la esencia de un geólogo en todos sus términos.

—¿Hola? —Llamó cuidadosamente esperando ver la reacción de la chica oculta tras el árbol, pero ella no se movía— Tranquila, no te haré daño. Puedo ayudarte.

Eso quería él: ayudarla. No le haría nada malo, si tenía que salir del bosque en este preciso momento, con las manos vacías y sin nada interesante, se iría para poder ayudarla a ella; él podría volver más tarde.

—No deberías acercarte —le advirtió una suave voz cuando él dio un paso para acercarse.

Él corazón le dio un vuelco, sintió que una mano inexistente tomaba su agitado músculo para apretarlo con fuerza. Sólo habían sido tres palabras, pero la voz procedente lo había aturdido. Muchas veces había escuchado hermosas voces, cantarinas y deliciosas como la de ahora, pero ninguna le había producido aquella extraña sensación que ahora parecía embriagarlo más que cualquier licor que hubiese probado.

—No es seguro para ti —volvió a advertirle, pues él no se detuvo antes, fue un acto automático, inconsciente quizás. Sólo quería volver a escucharla.

—Si no lo es para mí, —habló él sin dejar de acercarse— tampoco para ti. Sólo quiero ayudarte.

Volvió a insistir extendiendo su mano. La vio vacilar. No podía ver su rostro en la oscuridad, pero si su cuerpo que se movió indeciso, sin saber si acercarse o salir corriendo.

—No te haré daño, no temas —dijo él, pensando en que así la ayudaría a decidir a aceptar su ayuda.

—No temo por mí, —su voz lo acariciaba, parecía que lo envolvía en una nube hecha sólo para él— sino por ti. No quiero que te pase nada, Nicholas.

¿Sabía su nombre? ¿Cómo era posible? Estaba seguro que nunca había hablado con ella, recordaría una voz tan especial si así hubiese sido. Tampoco había hablado con alguien que no fuese un animal en este bosque, por lo que nadie lo había llamado por su nombre aquí.

—¿Cómo sabes mi…?

La pregunta quedó en el aire cuando la vio aparecer por completo, sin acercarse a él, pero dejando de esconderse. Aunque la oscuridad en aquel rincón era mucha, ella parecía brillar por sí misma. No como un ángel o como si tuviera una linterna en la piel, sino que su belleza y la magia que producía en él, hacía que todo lo demás a su alrededor perdiera importancia y su propio brillo, y sólo la dejaba ver a ella, nada más existía y, únicamente, podía verla a ella.

Su piel ligeramente morena, pero aún así, muy pálida, se veía tan suave, tan limpia y exquisita al tacto. Los mechones de su negra cabellera caían sobre sus hombros con delicadeza y la ligera brisa que corría hacía bailar a algunos que rozaban los rasgos de su cara, aquellos finos rasgos, delicados y tan bien armonizados dentro de toda su maravillosa figura. Alta y esbelta, con unos enormes y atrapantes ojos marrones lo había dejado sin aliento, más cuando vio su sonrisa, amplia y reluciente, pero aún así, parecía no estar completamente segura si sonreírle, como si ocultase algo. A él no le importó, cuando la vio ahí, vestida con sus ligeras prendas en tonos tierra y violeta frente a él, no existió nada más, olvidó todo lo que tenía en la mente para sólo fijarse en ella, la hermosa chica que no podía tener más de un año menos que él y que estaba parada ahí sin ningún temor, ni reflejando que estuviese perdida o algo por el estilo, al contrario, parecía que el mismísimo bosque fuera su hogar y que estaba preocupada por él. Como le había dicho.

—No quiero hacerte daño —le advirtió, pero él no pudo más que soltar una tonta risita ¿podía ella hacerle daño? No lo creía posible, sólo podía deleitarlo—, ni siquiera por accidente.

Él negó con la cabeza y volvió a dar otro paso, quería saber si era real, no creía que pudiese existir alguien con aquella belleza y voz parada frente a él; necesitaba saber que no era un sueño. Entonces un nuevo haz de luz que se filtró entre las ramas llegó hasta ella y supo que había sido lo que produjo la anterior luminosidad en el bosque.

¡Maldito haz de luz!

Tenía que colarse entre las ramas ahora, justo cuando él estaba tan cerca, cuando no se veía ni asustado ni nada parecido, sino que maravillado. ¿Ante qué? Ella no estaba segura. Ahora, cuando él se acercaba, la luz tenía que ponerla en evidencia. Podía ver el horror en los ojos de él, en esos hermosos ojos azules que desde el primer día la atraparon como el más fuerte de los hechizos. Podía leer en su expresión el asco que producía verla ahí, brillando por la luz que chocaba en su piel y se quebraba en millones de otros destellos hacía el exterior. La veía como el monstruo que era.

Bajó la mirada acongojada, sumamente avergonzada y gritándose en su fuero interno por haber sido tan idiota; nunca debió acercarse tanto como para que él se diera cuenta de su presencia, como para que la descubriera. Tenía que seguir como lo había estado haciendo hasta entonces, oculta entre los árboles a una distancia prudente y satisfecha con, al menos, poder verlo. Pero no, tenía que ser tan estúpida como para acercarse más, sólo para poder sentir aún más su dulce y único aroma más de cerca, para poder oírlo respirar con mayor claridad, para sentir su calor un poco más de cerca. Se acercó y ahora todo estaba arruinado. Él sabía que ella era algo fuera de este mundo, un monstruo y ahora saldría corriendo para nunca más volver. No lo volvería a ver y todo por culpa de su imprudente acción de acercarse más de lo debido.

Llevaba meses observándolo, esperando cada día que apareciera en el bosque otra vez con una ansiedad indebida. Se había vuelto la razón de su existencia, el motor que hacía girar su mundo. Pequeño, destrozado y solitario mundo. Él, un simple humano, alguien que se atrevió a entrar al bosque después de todos los rumores que se habían corrido y que ella hizo empezar para mantenerlos a todos alejados, y así, protegerlos a todos de ella. De una vampireza.

Ahora su mundo volvería a estar vacío, sin ningún brillo ni una luz que le diera sentido, porque ella lo había echado a perder dejando que él la viera. Espantándolo.

—¿Qué… qué diablos eres? —él habló con voz estrangulada. Le sorprendió que aún estuviera ahí, parado tan cerca y sin haberse alejado ni un milímetro. ¿Tanto lo había paralizado el miedo?— Tú… tú estás… estás brillando.

Balbuceaba como un niño de dos años, asombrado, pero no se alejaba. ¿Por qué? ¿Por qué no salía corriendo como todos aquellos que —ya sea por error de ella o mala suerte de ellos— la habían descubierto antes? Sabía que él era especial, lo sentía en su inerte corazón desde el primer día, pero nunca se imaginó que tanto.

Había esperado muchos meses para hablar con él, para presentarse y poder guardar ese recuerdo como un tesoro el resto de su vida. No. de su existencia. Ahora se daba la oportunidad de crear ese recuerdo, pero tenía miedo de que al hablar lo espantara más aún, pero incluso así, sentía la urgencia de decirle todo.

—Un vampiro —le dijo casi en un susurro, sentía vergüenza de lo que era y, más aún, de decírselo a él—. No como los que creías que existían, no como los que hace creer el folklore popular; pero aún así, soy real y peligrosa… para otros, porque a ti no puedo hacerte daño —eso siempre se lo repetía a sí misma, a él jamás lo dañaría—, jamás te lastimaría.

—¿Quién eres? —aún estaba encantada de que él no saliera corriendo. Quizás tenía una oportunidad, quizás él no la aborreciera tanto por lo que era.

— Camila —siseó sin darse cuenta del paso que daba para acercarse a él, pero sí, percatando que él no se alejaba y la distancia aminoraba.

—¿Hace cuanto que estás ahí? —¿Por qué hacía tanta pregunta? ¿Por qué aún no salía corriendo? ¿Acaso ella no lo aterrorizaba aunque le confesara lo que era?

—Desde que tengo memoria, este bosque es mi hogar, aquí vivo.

Al azul de los ojos de él centellaron capturándola y haciéndola creer que él era demasiado perfecto para ser cierto, quizás estaba soñando despierta —otra vez— con un encuentro con él. Eso tenía más sentido; todo era una fantasía. Una fantasía más.

Pero él sonrió. No, ella jamás podría imaginar una sonrisa tan perfecta, no podía recrear de tal manera la belleza propia de él. Su mente no era tan majestuosa para crear una fantasía como esta. Esto era la realidad.

De pronto nació la urgencia de acercarse más, de tocarlo y gritarse a sí misma que dejara de buscar excusas, que él estaba ahí, parado frente a ella sin huir y con su corazón latiendo a mil por segundo. Sí, su corazón iba más rápido de lo que nunca había escuchado, podía ver más alucinación en sus ojos que cuando halló su primer fósil en este bosque, su corazón latía con más fuerza que cualquier otro día, incluso cuando la felicidad lo hacía saltar de la emoción. Ella lo observaba siempre y esta era la primera vez que lo veía así, que lo escuchaba así.

—Tienes un nombre precioso —habló con voz aterciopelada, relajando su postura y sonriendo ¿maravillado?—. Pero más preciosa eres tú.

Lo último fue un susurro que, evidentemente, él no esperaba que ella oyera, pero el chico rubio de cabello rizado y dueño de los más perfectos ojos azules que ella podía imaginar, no sabía que tan agudo era su oído.

Ella sonrió avergonzada y a la vez alagada, jamás nadie le había dicho eso, ni siquiera le habían hablado con la amabilidad con que él lo hacía. Las mejillas de él tomaron un delicioso tono melocotón que en conjunto con sus gruesos labios carmesí, era la imagen más perfecta que ella podía ver. Hace tiempo que su corazón había sido sometido a los encantos de él, que se lo había regalado en bandeja de plata sin que él siquiera lo supiera. Era el único que la hacía sentir viva y creía que no podía quererlo más, pero se sorprendía cada día cuando descubría algo nuevo de él que le fascinaba y la hacía alucinar.


—No entiendo —dijo ella dando un nuevo paso hacia él. Su corazón latía cada vez con más fuerza y sentía que el campo magnético que estaba alrededor de ella, lo llamaba con más intensidad— ¿Por qué no has salido corriendo aún?

Aquella pregunta lo desconcertó ¿acaso debería salir corriendo? Ella misma le dijo que no le haría daño y, por alguna razón que no entendía, él confiaba ciegamente en ella; además, no quería alejarse y darle la oportunidad a que desapareciera, tenía miedo que nunca más la encontrara. Ella era algo mágico, único, especial y aunque, según la lógica, él debería temerle a un vampiro, él no podía sentirse más atraído hacia la chica hermosa y maravillosa que tenía en frente. Dio un paso y se acercó ensanchando su sonrisa.

—Dijiste que no me lastimarías y yo te creo —la sorpresa brillo en los ojos de ella y él sintió que su corazón se detenía, que alguien se lo robaba—, dijiste que no me harías daño, por lo tanto, no tengo porqué salir corriendo.

Vio una sonrisa hermosa, amplia y sincera dibujarse en el angelical rostro de la chica vampiro y descubrió quien le había robado el corazón.

Ella.

Ella, con su primera mirada, con aquella hermosa y verdadera sonrisa, con la primera palabra que le dedicó… con su simple presencia, ella robó y se adueñó de su corazón. Ahora latía para ella.

—Gracias… —canturreó y él rogaba que no se detuviera, adoraba oírla— por confiar en mí.

Gracias por existir. Alabó en su fuero interno devolviéndole la hermosa sonrisa que ella le dedicaba.

Ella dio un nuevo paso, pequeños rayos de luz llegaban hasta su piel haciéndola brillar y parecer más irreal aún, si de por sí era hermosa, ahora, con la luz brillando sobre su piel, le parecía lo más perfecto que podía existir. Entonces supo que era aquello que desde el primer día lo hacía sentirse tan atraído a este bosque. Bien sabía que rocas y fósiles podía hallar por montones en otros lugares, no era el único yacimiento de conocimiento e investigación, pero él lo prefería y no era por la paz que le brindaba —como pensó antes—, sino porque desde un principio y sin que él lo supiera, su corazón la estaba buscando, estaba esperándola a ella, a que este momento se hiciera realidad.

Sólo un paso los separaba, sólo un paso era la diferencia que faltaba para tocarla y saber si era real o si se esfumaría como un sueño. Un hermoso sueño.

Temeroso, dio el último paso, sólo centímetros separaban sus cuerpos, sentía que su corazón se había vuelto loco, que en cualquier momento se escapaba de su pecho y se ofrecía como una ofrenda ante ella. Levantó la mano y con delicadeza la llevó hasta su mejilla. Con más cuidado aún, la rozó y se maravilló ante la suavidad casi irreal de la piel de ella. De su mujer. Porque había estado equivocado, el bosque no era de él, sino lo que estaba dentro de aquel lugar. Ella. Sentía una sensación de posesión crecer dentro de él. Era absurdo que se sintiera dueño de ella si ni siquiera sabía si algún día ella podría corresponder este loco sentimiento que había nacido espontáneamente; pero la sentía así, sentía que era suya, que su corazón era de él así como el propio había sido entregado a la vampireza sin esperar que lo cuidara siquiera. Simplemente, se lo regaló sin esperar ni pensar nada.

—Eres real —susurró sin dejar de acariciarla, cada vez lo hacía con más confianza y al ver que ella disfrutaba de su roce, no pensaba dejar de hacerlo. Su piel era fría, muy fría, pero a él eso no le molestaba, al contrario, le parecía esquicito—, al fin apareces, al fin te encuentro.

Sentía que era su corazón loco y entregado el que hablaba, su razón y pudor no hicieron nada por callarlo. Estaba tan encantado de que ella aún siguiera ahí, que no hubiese desaparecido cuando la tocó y que disfrutaba de ese contacto.

Se quedó sin aliento cuando la mano de ella se posó sobre la suya y entrelazó sus dedos con los de él. Supo en ese momento, por la forma en que ella lo miraba, con esa intensidad casi utópica, que el sentimiento no era unidireccional, que lo que ella experimentaba era casi tan intenso como lo que él sentía en ese momento. Ella también lo había estaba esperando, buscando y por fin lo hallaba.

—Y tú también eres real, no te has ido, no me has dejado… aún estás aquí —canturreó derrochando emoción en su voz, encanto, asombro y sobre todo, mucha felicidad.

—Y no me pienso ir.

Llevó su otra mano hasta su mentón y le inclinó la cabeza para poder sentir su fría respiración rozarle los labios. Delineó la línea de la mandíbula de ella con delicadeza. Se acercaron aún más, él sentía como la mano libre de ella se aferraba a su sudadera naranja un tanto desteñida. Vio sus ojos cerrarse ante la espera, el suspiro que soltó lo envolvió en una nube mágica que casi lo vuelve loco. El instinto posesivo se hizo más fuerte.

Mía, mía, mía y de nadie más, se gritaba en su cabeza una y otra vez mientras recorría los escasos centímetros que lo separaban de aquellos labios que parecían llamarlo desesperadamente.

—Tampoco pensaba dejarte ir…

Bisbiseó y él pudo sentir la vibración de sus labios. Fue el toqué final, ya no quedaba paciencia en él, no resistió más y se adueñó de los fríos labios que rápidamente se moldearon a los propios y le devolvieron el beso con intensidad, pasión y entrega. Pronto, la fría piel de ella tomó temperatura y él la estrechó con más fuerza entre sus brazos. Sentía que la cabeza le daba vueltas, el beso era embriagador, como toda ella en sí. Era la mejor experiencia que había vivido y no permitiría que fuera la última.

Mía, se repitió una vez más. Y para siempre.

domingo, 4 de octubre de 2009

My dream

No sabría decir que era lo que más me gustaba de él, si eran sus hermosos y penetrantes ojos, o eran sus rubios y delicados cabellos, pero en fin, sin querer queriendo me terminé enamorando de un desconocido, que sólo vivía en mis hermosos sueños de los cuales nunca quería despertar, en fin, ese era mi dilema, soñaba por encontrar a esa persona, pero nada, en mi afán por tratar de olvidarla de mi mente, me deje llevar por la literatura, todos los días iba al parque a sentarme en la banca más apartada a leer, veía como las parejas se besaban, y como sentía envidia de eso, pero al meditarlo se me pasaba, siempre pensaba que alguien llegaría a mi vida, tarde o temprano, pero, pasaron los meses, y yo seguía sola, mis amigos andaban todos pololeado, yo me miraba al espejo y decidía que yo no era tan fea como para no tener a nadie que le guste, pero mis esperanzas empezaron a caer no del todo pero a decaer, y ser mínimas, las chicas menos agraciadas tenían novio, y unos novios hermosos, pero yo nada, ya me estaba acostumbrando a mi vida, cuando accidentalmente, iba leyendo por el parque el cuál ya conocía de memoria y pase a chocar con alguien, y accidentalmente me empecé a tambalear hacia atrás, el instantáneamente paso una mano por mi cintura y me agarro firmemente de la mano en ese mismo instante nuestros ojos hicieron contacto visual, y era el mismo chico de mis sueño,- no puede ser, dijimos ambos,- te conozco,-creo que si, pero en un sueño,- así que tu también soñaste conmigo como yo contigo, en ese preciso momento nuestros nombres salieron a la luz,- Consuelo,- Zac,- hermosa combinación, ¿no lo crees Conzhu?,- Creo que si Zac, pero en ese momento nuestras manos se juntaron y el roce produjo como un corte circuito en todo mi sistema, mis neuronas no procesaban nada, hasta que Zac en su intento de sacarme de choc me besa, descaradamente, sin permiso, pero igual se lo di, mis brazos se movieron solos hasta rodearlo, estaban como abrazándolo, pero el me agarro con más fuerza apoyándome contra un árbol, un gran y hermoso árbol que allí había. Por fin mi sueño se convirtió en realidad.

Wrong Song

El cuarto a oscuras, sólo una tenue luz sobre el escritorio. Algunas hojas sueltas, una canción a medio terminar, mi guitarra negra sobre las rodillas, y mi novio de años esperándome para dormir.
Aunque moría de ganas, la falta de inspiración me impedía recostarme a su lado. Eran esos los momentos en que odiaba, con todo mi ser, el importante contrato que me ataba a aquella butaca.
Hubiera dado cualquier cosa por enredarme alrededor de su cuerpo, como lo hacía cada vez que él se quedaba a pasar la noche conmigo, pero esta vez debía terminar la bendita canción, no podía distraerme.
— ¿Todavía no acabas? — susurró en mi oído haciéndome sobresaltar.
— Joe — levanté mi zurda para acariciar los rulitos de su cuello, aún con la vista fija en los tachones del papel — No escuché cuando te acercaste.
— Estás muy concentrada — rió apoyando su mentón en mi hombro mientras disfrutaba de mis caricias.
— Es que debo terminarla — me quejé — Mañana tengo reunión con Samuel y no logro conseguir nada bueno.
— Quizás pueda darte algunas ideas — aventuró con picardía a tiempo que comenzaba a repartir algunos besos sobre la piel desnuda que tenía a su alcance.
Giré sobre la butaca, sin siquiera soltarlo, y capturé sus labios con ternura. La cabeza iba a estallarme pronto, y nada deseaba más que pasar un tiempo tranquilo con mi novio, antes de dormir.
— No puedo, amor — me lamenté separándome con dificultad — en serio debo terminar — me miró suplicante durante unos segundos, y luego su expresión cambió— Ay no, dime que no estás molesto… — me asusté.
— Molesto no, Cami, estoy harto — me espetó incorporándose de golpe — Siempre el trabajo es primero, ¿Hace cuanto intentas terminar con esa bendita letra?.
— Joe, por Dios — intenté calmarlo y evitar que comenzara a juntar sus cosas — bien sabes que esto no es mi culpa, ¿Qué más quisiera que estar contigo en paz, sin tener la cabeza inmersa en el trabajo?, creí que justamente tú ibas a entenderlo…
— Juro que lo intento, pero no logro entenderte — su mirada era ruda, y las lágrimas comenzaban a agolparse, nublándome la vista.
— Dime que no estoy escuchando lo que creo estar escuchando Joseph, por favor — le rogué al borde del llanto.
— De verdad me gustaría que todo fuera diferente, Cami, pero así no puedo continuar —dijo abrochando los botones de su camisa.
— Amor, ¿Qué estás diciendo?, Es un chiste, ¿cierto? — pregunté con desesperación, buscando abrazarlo.
— No Camila — sus brazos me alejaron sin dejar de lado la delicadeza habitual — Perdóname, pero creo que lo mejor va a ser que olvidemos todo esto.
— ¿Olvidarnos de todo? ¿Estás loco?. Joe yo te amo, no puedes pedirme semejante cosa — sollocé.
— También te amo Cami, pero créeme que es mejor así — aseguró besando mi frente y alejándose con rapidez antes de que pudiera replicar.
Comencé a retroceder de forma inconciente hasta lograr arrojarme sobre la cama con ambas manos cubriéndome el rostro, dándome el espacio para poder llorar con libertad.
No podía ser cierto. Seguramente iba a despertarme de aquella horrible pesadilla y Joe estaría sonriendo a mi lado, disfrutando verme dormir como cada mañana.
Sin embargo, todo era demasiado real. Mis pies descalzos sentían el frío que el parqué les trasmitía, y, al levantar la vista, pude descubrir que aquellos papeles sobre el escritorio seguían atormentándome.
Maldecía mi estúpida falta de inspiración, pero, sobretodo, maldecía a Samuel. Por culpa de sus exigencias, Joe se había marchado y eso me hacía sentir fatal.
La sobrecarga de trabajo había conspirado contra mi noviazgo, y yo misma había ayudado, auto exigiéndome más de lo debido. Quizás era eso a lo que mi novio, o tal vez “ex”, se estaba refiriendo.
Sequé mis lágrimas con violencia, y me incorporé de golpe para volver a caminar hacia la butaca que me había tenido presa durante tantas horas. Me sentía morir por dentro, aún así, tomé un papel en blanco y comencé a escribir algo totalmente diferente.
Sabía que no serviría de nada, pero, sinceramente, esa fue la única manera que encontré para descargarme. Debía expulsar todo el dolor, dejarlo salir, y sólo así podría volver a poner mi atención en aquella estúpida letra que había arruinado mi noche.

Me dolía el cuello, sentía los ojos hinchados y un tirón bastante incómodo en mi espalda. La guitarra me pesaba sobre las piernas, y mi mejilla izquierda se encontraba totalmente entumecida.
Me había quedado dormida sobre el escritorio, y, ahora que despertaba, los recuerdos volvían, estrujándome el corazón.
— ¡Maldición! — exclamé al ver la letra, todavía sin terminar.
El reloj marcaba las 7am. En dos horas tenía una importante reunión y aquel perverso trozo de papel parecía querer seguir burlándose de mí.
Sin prestarle demasiada atención, y buscando que mis nervios continuaran en su lugar, me incorporé con decisión para dirigir mis pasos hacia el baño. Una ducha era lo que necesitaba. Tal vez, si lo hacía con suficiente rapidez, tendría todavía algo de tiempo para que la inspiración apareciera de repente. Debía hacerlo si no quería que mi pelea con Joe hubiera resultado completamente en vano.
Luego de unos minutos, en los que intenté poner mi mente en blanco, detuve el correr del agua y me envolví en una suave toalla, pretendiendo no demorarme en exceso.
Mis pies me condujeron otra vez hacia el escritorio, y, un rápido vistazo, me sirvió para descubrir un pliego que había pasado inadvertido ante mis ojos la primera vez. Leí cada una de las palabras que se encontraban escritas en él, y las lágrimas volvieron a querer recorrer mis mejillas.
La lírica expresaba, todo lo que sentía en esos momentos; era una canción agotadora, aunque sinceramente hermosa.
— Tal vez… — medité en voz alta antes de doblar la hoja, guardarla en mi cuaderno, y dirigirme al vestidor, dónde elegiría mi atuendo para la reunión.
“¡Es increíble! ¿Cómo es que se te ha ocurrido? ¡Será todo un éxito!”, fueron las palabras de Samuel al leer aquello que había escrito en un momento desesperado y casi inconciente.
Todavía sonreía amargamente al recordar su expresión, mientras recorría los pasillos de vuelta a mi departamento. Si tan sólo supiera que esa canción era el resultado del momento más doloroso de mi vida, realmente dudaba que estuviera tan feliz por mí.
Arrojé mi bolso sobre el sillón, las llaves sobre la mesita, y me detuve frente a la imagen del espejo en el recibidor. Las ojeras que decoraban mis hinchados ojos eran impresionantes y, en un acto reflejo, casi corrí hasta la habitación en busca del corrector.
Me extrañé al encontrar la puerta del cuarto cerrada, y volví a frenar mis pasos intentando recordar el momento en el cual había decidido dejarla así. Probablemente lo había hecho sin pensar, todo lo que estaba ocurriendo me tenía extremadamente ida, y quizás sólo había sido otro momento más de inconciencia.
Aún estaba algo pensativa cuando giré con cuidado el picaporte, razón por la cual, lo que sucedió a continuación, me tomó totalmente por sorpresa.
Un tirón de muñeca logró tumbarme sobre el blanco acolchado que cubría mi cama, y creí estar alucinando al ver la figura de Joe, justo sobre mí.
— Joseph… ¿Qué…?
— ¿Fuiste a la reunión? — me interrumpió de repente.
— S-si, cla-ro — titubeé.
— ¿Y? ¿Qué dijo Samuel?, ¿Le gustó la canción? — preguntó con un marcado entusiasmo que no lograba comprender.
— Le encantó… ¿pero que…? — Sus labios me impidieron seguir hablando, capturaron los míos en un beso que, aunque sonara estúpido, había extrañado — No entiendo… — dije, casi en un susurro, ejerciendo presión sobre sus hombros para lograr separarlo.
— A veces es más fácil escribir una canción cuando tienes el corazón roto — sonrió, para luego dirigir sus labios a mi cuello.
— ¿Estás insinuando que todo lo que sucedió anoche fue sólo una pantomima para que lograra terminar de escribir? — razoné volviendo a separarlo.
— No me lo agradezcas — carcajeó haciendo fuerza con sus brazos a ambos lados de mi cuerpo, para mantenerse en posición.
— No voy a hacerlo — sentencié algo molesta — Joe…yo…de verdad la pasé mal.
— Oh, lo siento, linda — se disculpó levantando su diestra para acariciar mi mejilla — sólo quería que Samuel viera la increíble compositora que tiene a su lado.
— También yo — admití — Pero no de esta forma…
— De verdad lo lamento — repitió — Lo que menos quería era hacerte sufrir…Ahora, ¿cómo crees que pueda compensarte? — preguntó con picardía, a tiempo que volvía a capturar mis labios y su mano comenzaba a colarse por debajo de mi camisa, produciéndome un placentero escalofrío.
— Ok, ok, que me compenses así no es una mala idea — lo interrumpí sonriendo — Pero también debes prometerme algo…
— Lo que quieras.
— Prométeme que jamás intentarás ayudarme con mi trabajo otra vez – dije enredando mis brazos en su cuello para jugar con sus rulitos.
— Prometido — aseguró antes de volver a besarme y continuar con su recompensa.

Wrong Song

viernes, 18 de septiembre de 2009

Weird

Caminaba sin prestar atención a los gritos, a los aullidos clamando ayuda, suplicando que alguien los liberara de la tortura que vivían día a día, pero ella se negaba a que sus plegarias la afectaran; sólo así fue que consiguió el empleo, no cualquiera podía entrar a trabar a esta «clínica especial», cómo solían llamarlas los ancianos que se hacían cargo de la institución siquiátrica. Camila llevaba cinco meses trabajando ahí y tenía estrictamente prohibido establecer algún tipo de cercanía con los pacientes.

La mayoría eran peligrosos.

Su trabajo consistía en llevarle las bandejas con alimentos y medicamentos a cada uno de sus «chicos» y asegurarse que se tomaran las pastillas, pero por más que ella quiso respetar las reglas, no pudo evitar sobrecogerse con el caso de un paciente.

Él estaba internado en aquel solitario lugar hace años, no era consciente de cuántos, ni del porqué, sólo sabía que alguien lo había abandonado ahí cuando él le contó lo que podía hacer. Sin duda, este paciente era especial; nunca hablaba con nadie, ni con otros internos, ni con los auxiliares que trabajaban ahí. Hasta que llegó Camila, la única que escuchó su voz desde que él había sido internado.

—Puedo saber todo lo que has hecho en tu vida, desde tu primer respiro hasta ahora, todo con lujo de detalles —él le contaba desde el otro lado de la estrecha y oxidada reja.

A los internos como él los mantenían en la parte más oscura y alejada de la institución, donde el oxigeno escaseaba y la presión era más alta de lo normal. Más abajo que un sótano, más que una cámara de seguridad, ahí los tenían a ellos, en pequeñas celdas enmohecidas con un ducto de ventilación en el alto techo, oscuras como una noche sin estrellas, donde la única luz que llegaba a sus ratoneras era una parpadeante bombilla en el pasillo, el cual quedaba en contacto con la estrecha reja que dividía los ambientes. No disponían ni de una cama donde dormir, solo unas sucias mantas que hacían parecer a un viejo cartón, la cama de un rey.

— ¿Cómo es eso posible? —preguntó Camila sin poder ocultar la fascinación que le provocaba la intensidad de aquellos ojos dorados.

—Solo necesito tocarte y puedo ver en mi mente tus recuerdos.

Una sonrisa torcida y hasta incrédula se escapó del rostro de él. Todos podían afirmar que jamás lo habían visto hacer aquello, era la primera vez que alguien no lo miraba ni trataba de loco por contar su talento, sino que lo observaba expectante y hasta ansiosa. Le agradaba, Camila le agradaba.

—Parece imposible —comentó la morena aún asombrada por lo que él le contaba.

— ¿Quieres probar?

Él metió su mano entre los barrotes, apenas alcanzaban a salir los dedos, pero era suficiente si tan solo ella quería que él la tocara.

Sí quiso.

Los ojos de él se abrieron de par en par, sus pupilas se dilataron hasta casi dominar todo con su color negro y hacer desaparecer el dorado cálido que antes deleitaba a la chica. En menos de un minuto él vio todo, los veinte años de recuerdos que poseía Camila, ahora también los poseía él, cada experiencia, caída, llanto, alegría, desilusión, desamor… él lo vio con sus propios ojos.

—Tu padre abandonó a tu madre cuando tú tenías cinco, lloraste por un mes y no quisiste salir de tu casa durante dos. A los quince te enamoraste de tu vecino, pero te rompió el corazón pidiéndote que lo ayudaras con tu mejor amiga. A los diecinueve, después de enterarte de la apuesta de Mark, juraste que nadie más entraría a tu corazón, pero hoy estás aquí y has roto tu promesa —hablaba casi de manera automática mientras le comprobaba la verdad, con sólo tocarla pudo ver su pasado, cosas que nadie más sabía.

Desde entonces siempre era lo mismo, ella llevaba la bandeja y se quedaba horas a su lado, conversando, tratando de entender su aislamiento, el porqué no luchaba para salir de aquí, el porqué se dejó someter a este exilio. Ella no pudo evitarlo, se encariñó con él y quería ayudarlo. Él no sabía que sentía. Toda su vida, estuvo solo, no sabía que era la amistad, el amor, la felicidad o hasta el dolor, sólo lo había visto en recuerdos ajenos, que era lo único que tenía. Recuerdos de otras personas, pero no propios. No recordaba nada acerca de él.

— Edward, tú no estás loco — Camila había metido su pequeña y delgada mano entre los barrotes para acariciarle el cabello como a si de un niño se tratase— y por lo tanto, tienes que salir de aquí.

Él sólo clavó sus ojos azules en ella y no bastó más. Él la conocía como nadie y ella era la única que lo conocía. Su relación era diferente, única y no eran necesarias las palabras para entenderse.

Estaba decidida, no le importaba nadie más ahí dentro, ni siquiera le preocupaba si perdía el empleo o no, podía renunciar si quería, lo único que tenía importancia ahora era sacarlo de ahí. Empujaba la mesita metálica de ruedas donde siempre llevaba las bandejas, esta vez la cubría con un mantel negro. Le había dado tranquilizantes a José sin que se diera cuenta, ahora él, el vigilante de turno, dormía plácidamente y ella tenía en su poder las llaves de las celdas.

Tenían que ser rápidos, no podían fallar, era su única oportunidad.

Haciendo oídos sordo a los gritos desesperados de los demás pacientes que pedían su atención, su ayuda, la misma que le estaba brindando ahora a Edward. Abrió la celda y como le había explicado durante días, él hizo lo que ella le pidió. Ágil como una gacela se contorsionó entre las patas de la mesa y se dejó cubrir por el mantel, sin moverse y apenas respirando espero la señal. Tres golpes sobre su cabeza, era lo único que esperaba.

Camila se devolvió, con la pila de bandejas sobre la mesa simulando cumplir su labor. Se detuvo al lado de José y borró la parte de la cinta que mostraba la fuga de Edward. Dejó la llave en su sitio y siguió su camino. En el elevador golpeteaba con su pie el piso, estaba ansiosa quería salir lo antes posible.

Llegó al primer piso y buscó aquel gran armario donde guardaban las mesas y demás utensilios que se le proporcionaban para mantener ordenado y limpio. Le avisó a Edward, tres golpes con sus nudillos sobre la superficie metálica y él salió con cuidado, antes de poder decir algo ella le indicaba su nuevo escondite.

Ahora ella empujaba un gran tacho verde de basura. Sin llamar la atención de los demás auxiliares estuvo fuera, al lado de su carro donde tenía el resto preparado. Hasta ahora, todo iba bien.

Uno, dos, tres. Tres golpes y Edward salió del tacho, miró extrañado el brillo de las estrellas, el ruido de los pájaros al cantar, el grito del viento que corría aquella noche, se sorprendió al respirar este nuevo aire, al sentirse tan libre.

—Toma — Camila le lanzó una mochila verde oscura—, ropa para que te cambies esa sucia bata, también hay una toalla húmeda y otras cosas para que te limpies un poco; yo miraré para otro lado.

Con las mejillas ruborizadas, Camila se giró y le dio la intimidad necesaria para que él se cambiara. Ella sabía que él tenía una belleza que estaba oculta, pero no se la imaginaba de tal forma, tan arrebatadora. Él era perfecto, sus ojos eran solo una parte de su belleza, su piel era deliciosa al tacto, blanca y suave, con un ligero brillo; cada rasgo de su rostro era perfecto, delicado y a la vez agresivo, una apariencia tan masculina que la intimidaba. Cambiaba mucho con un poco de agua, colonia y ropa.

—S-su… sube al c-carro, por favor —balbuceó aturdida ante la imagen de hombre que tenía en frente.

Él obedeció con una sonrisa, se sentía extraño, pero eternamente agradecido. Ella condujo mirándolo a hurtadillas de vez en cuando, él miraba embelesado cada cosa que aparecía, por fin podía ver por sus propios ojos todo aquello que había visto en los recuerdos de los demás.

Camila detuvo el auto frente a una playa, estaba amaneciendo y no había nadie más. Edward bajó sin esperar indicaciones por parte de su salvadora, ansiaba ver el mar de cerca, poder tocar la espumosa agua con sus manos. Ella lo dejó disfrutar mientras lo contemplaba con ojos de enamorada.

—Gracias —se volvió para mirarla a esos ojos color chocolate.

—Es tiempo de que ahora hagas tus propios recuerdos ¿no?

Con una sonrisa encantadora, amplia y llena de felicidad le respondió tomándola del rostro con ambas manos y arrastrándola a hasta su encuentro, juntó sus labios en una delicada presión que poco a poco se convirtió en un ansioso juego.

—Y tú estarás en todos ellos —agregó para volver a asaltar su boca mientras ella lo abrazaba por el cuello y respondía a todos sus movimientos.

En todos, ella estaría en todos sus recuerdos y él en los de Camila.

aqui les dejamos el primer cuento esperamos que les guste

Mi hermanastro


Mientras tomaba un agradable baño, mi cabeza divagaba en el ¿porque?, verdad mi madre se había vuelto a casar con Pascual, un caballero, y lo principal era que la amaba, en fin el era muy bueno conmigo y le comencé a tener gran afecto, a mi lo que en realidad me importaba era que quisiera a mi madre, y él la quería por sobre toda las cosas, veía a mi padre muy pocas veces, pero le seguía queriendo, o incluso más, el era muy bueno conmigo. La verdad mis padres rehicieron sus vidas cada uno por su lado, a mi lo único que me importaba era su felicidad y si eran felices por que yo no. Pero mi problema no era ese, la verdad el esposo de mi madre tiene un hijo, Zac, no hay chico más engreído que él, cuando llegó a mi liceo fue y es el chico más popular, es verdad es hermoso, pero no podemos estar juntos o al menos no podíamos.

Todo comenzó, cuando mi mejor amiga Camila, empezó a babosear por el, ya en otras palabras moría por su amor, moría por el amor de Zac, si quizás Zac sea popular y todas esas cosas, pero Zac no se fija en nadie, o eso pensaba mi cerebro, mi mejor amiga me pide consejos para impresionar a mi hermanastro, y yo no se pero como que sentí algo en mi interior, como celos, yo celos de Zac, no, así que decidí darle algunos consejos como, que se soltara el pelo, que se pintara no como una mona pero que se pasara una manito de gato, se subiera un poco más la falda que le llegaba a la rodilla y que de preferencia siempre la viera con un chico, en fin esa misma tarde me extrañe al ver a mi tan amiga Camila besándose, pero no con Zac, si no con Jake, el mejor amigo de mi hermanastro, a mi no me cabía en la cabeza que como siendo tan popular no pololeara, lo esperaba de mí, pero no de él.

En ese momento fue cuando volví a tierra, sentí abrir la puerta del baño, se me había olvidado que me estaba bañando, la verdad, pensé que era mi madre abrí la cortina y quede impactada, fue un golpe de mala suerte, era él. Cual de los dos no estaba más rojo, en verdad Zac al verme se dio vuelta altiro, menos mal, que sólo deje ver mi cabeza, cuando abrí la cortina.

-lo si-en-Toh, dijo casi en un susurro y salió del baño.

Era una de las peores vergüenzas que había pasado, y todo eso me paso, por no haberle puesto la tranca a esa maldita puerta. Salí echa un cuete a vestirme arreglarme y salir a hablar con Zac, a decirle que no fue culpa de él y que en realidad no importaba.

Me fui directo a su habitación, a tocarle la puerta de hecho nunca había entrado a su pieza, el dejo la puerta entreabierta como si me hubiera estado esperando, estaba sentado en su cama, y me volvió a decir lo siento

- oye no es tu culpa, es sólo que se me olvidó poner el pestillo, aparte no viste nada, y somos prácticamente hermanos.

- Ese es el problema yo no quiero ser tu hermano

En ese preciso momento me beso, y yo le devolví su beso, la verdad como pude estar tan ciega, yo le quería, mi organismo no respondía de sus actos, los dos teníamos casi la misma edad, exceptuando que él era mayor de edad y yo sólo tenía 17 años, pero eso que importaba, el me quería y yo le quería, la edad es lo de menos, se levantó de la cama, y me levantó con él, pero enseguida nos recostamos en la cama el encima de mí, nos besábamos con pasión, con locura, era una sensación de frenesí, me saco mi chaleco yo saque la de él, mi cabello recién arreglado, quedo totalmente estropeado, me encantaba pasar la mano por los hermosos cabellos de Zac, pero derepente, los dos caímos de la cama.

Eran nuestros padres que aparecían, y gritaba

- ¿hay alguien en casa?

- Si, gritamos los dos en conjunto, y nos reímos, dimos nuestro último beso y nos dijimos un hermoso -te amo, para salir al encuentro de nuestros padres.

Fin