miércoles, 13 de enero de 2010

Black And White

- Bien, ya fue suficiente. – mi novio entró como una fiera a mi habitación, y cerró la puerta con un fuerte golpe. Se sentó en mi cama, frente a mí. Desvié mi mirada hacia el suelo. Mi vista periférica me permitió ver como hundía su rostro entre sus manos, exasperado - Debemos hablar, esto ya me está volviendo loco.
- No sé de que hablas – contesté, con mi vista aún clavada en la madera. Sentí como Nick tomaba mi barbilla, y me obligaba a mirarlo a los ojos. Reflejaban un solo sentimiento: desesperación.
- Vamos, Camila, háblame – me suplicó. Mantener el contacto visual con sus ojos me estaba costando horrores. Nicholas me conocía demasiado bien, seguro ya había leído en mi mirada que algo no estaba bien. – Solo quiero saber que ocurre.
- Nada – dije, cortante, y me zafé de su agarre. Miré hacia otro lado, mientras mis ojos se humedecían. Nick suspiró.
- Es sobre Miley. – no era una pregunta: era una afirmación – Cami, amor, cuantas veces tengo que decírtelo… no hay nada entre nosotros.
- ¿Cómo puedo saberlo? – las lágrimas ya se asomaban por las comisuras de mis ojos. Intenté contenerlas, pero sabía que no lo lograría por mucho tiempo – Pasas más tiempo con ella que conmigo, componen juntos, en lo eventos siempre está merodeando cerca de ti… - mi voz se quebró. Nick tomó mi rostro entre sus manos.
- Escúchame, por favor. Entre Miley y yo no hay nada. Son solo estúpidos rumores…
- Que ella ayuda a engordar – lo corté. Él bajo su mirada, y soltó mi cara, mientras soltaba todo el aire que tenía en sus pulmones.
- Hablaré con ella, ¿está bien? – dijo. – Pero debes confiar en mí. Tú ya sabías como son las cosas cuando empezamos a salir, lo hablamos miles de veces. – volví a enfocar mi atención en el suelo. En ese momento, mis zapatos tirados cerca de mi cama parecían mucho más interesantes que la mirada acusadora de mi novio. Escuché como chasqueaba la lengua, y me vi obligada a volver a clavar mis ojos en él. – Camila… Nunca te engañaría.
- No podría soportarlo otra vez… - una lágrima primeriza se deslizó por mi mejilla, y Nick me la quitó con su dedo índice.
- ¿Cuándo vas a entenderlo? Yo no soy como Edward, Cami, nunca te haría algo así… no podría. Eres muy complicada, amor. Deberías dejar de pensar tanto. – reí un poco, mientras limpiaba los restos de lágrimas en los ojos. Intenté sonreír, pero mis labios solo formaron una débil mueca. Mi cerebro era un terrible nudo de ideas, había tantos cosas mezcladas que ni yo misma me entendía.
En primer lugar: el miedo al rechazo. Nunca me había enamorado tanto de alguien, ni siquiera de Edward, y la simple idea de que Nick dejara de ser parte de mi vida destrozaba mi corazón. Y su “mejor amiga”, Miley, no ayudaba para nada. Cuando empezamos a salir, pactamos que quedaría entre nuestros íntimos: nada de prensa. Me pareció lo más lógico… hasta que la señorita Cyrus decidió entrometerse. Sus constantes indirectas, ya casi directas, sobre su relación con mi novio me estaban volviendo loca. Nick podría asegurarme una y mil veces que ella no sentía nada por él, pero yo sabía que estaba equivocado. Y no podía ignorar el hecho de que ella era miles de veces más bonita y talentosa que yo. Entonces, ¿qué hacía Nicholas con una chica como yo, cuando podría tener a una chica como ella? No tenía lógica. Y eso me incomodaba muchísimo.
Pero iba más allá de eso. Los celos eran casi un tema fácil a comparación del resto…
- Hay más. – desperté de mi transe mental, sobresaltándome. Una vez más, Nick había afirmado en vez de preguntar. Me conocía hasta mejor que yo misma. – Camila, no podemos seguir así… ¡al menos mírame! – exclamó, tomándome por los hombros. Antes de volver a mirar sus ojos, cerré los míos por unos milisegundos – ¿Qué es? ¿Qué es tan difícil de decirme que estás dejando que arruine nuestra relación para no hacerlo? – volví a desviar mi mirada, ya demasiado empañada. – Camila, por favor, hablemos, te lo suplico…
Cerré mis ojos, mientras un sollozo sacudía levemente mi cuerpo.
- Recibí una oferta… desde Harvard. – dije, con un hilo de voz.
- ¿Qué? – la expresión de Nick se desfiguró completamente. Su boca se abrió unos cuantos centímetros, mientras negaba con la cabeza – ¿Concursaste? – solo pude asentir. – Creí que habíamos acordado que no lo harías…
- Tú no lo entiendes – por primera vez, clavé mi mirada en sus ojos almendrados por voluntad propia – Nunca podrías entenderlo…
- Explícame, porque de verdad no te entiendo. – pude verlo en sus ojos: estaba enfadado. - ¿Qué es lo que quieres? ¿Alejarte de mí? ¿Quieres dejarme, Camila?
- ¡Claro que no, Nick! – exclamé, desesperada. - ¿Cómo voy a querer dejarte, si eres lo mejor que me pasó en la vida?
- Pero si quieres pasarte 12 años encerrada en una universidad, lejos de mí, viéndonos solo unas 2 veces al año. ¿Cómo crees que eso puede funcionar?
- ¡No es eso lo que quiero! – exclamé. – No lo entiendes…
- No, ¡no te entiendo! – Nick gritó más fuerte que yo, llevando sus manos a su cabello, y agarrándose la cabeza. – Intento, ¡puedo jurarte que intento! Pero simplemente es ¡imposible! ¡No quieres que nos separemos, pero te iras a estudiar una carrera interminable en una de las universidades más complicadas del país! ¿Qué pretendes? ¿Qué deje la banda y me vaya contigo? ¡Lo haré si es lo que quieres!
- No, Nicholas, ¡por favor! – Exclamé - ¡No puedes hacer eso!
- ¿Y entonces?
- ¡Debo proteger mi futuro! ¿Está bien? ¿Es eso lo que querías escuchar?
- ¡Otra discusión que ya habíamos tenido! – Nick inspiró una gran bocanada de aire, intentando calmarse – Creí que habíamos acordado que tu futuro era conmigo.
- No voy a ser una mantenida, Nicholas. – sentencié.
- ¡Pues estudia a distancia! Creí que hasta habías encontrado un muy buen curso…
- Si, todo genial, pero nunca encontraré un buen trabajo con un título así. – lo interrumpí.
- ¿Es todo por un tema de dinero? ¿Quieres ganar mucho? Camila, no sé si te diste cuenta, pero cada uno de nosotros ya tenemos una cuenta corriente bastante gorda…
- ¡No es por el dinero, Nick! ¡Argh! – llevé mis manos a mi cara, cubriéndola completamente. Me paré de un salto, y comencé a caminar por toda la habitación.
- Hay algo que me estoy perdiendo – susurró Nick. Suspiré sonoramente, y me acerqué a él, con mis ojos cerrados.
- ¿Qué pasaría… qué pasaría si lo nuestro no dura? – susurré, en un tono casi inaudible. Abrí mis ojos: Nick me miraba casi horrorizado. - ¿Qué pasaría si, en unos cuantos años, o quizás meses, nos damos cuenta que no somos el uno para el otro? Necesito tener una segunda opción, Nick.
Mi novio se paró, quedando a centímetros de mi cuerpo. Me tomó por la cintura, y me acercó más a él, hasta que nuestros cuerpos quedaron prácticamente pegados.
- ¿No lo sientes? – dijo. Una media sonrisa se formó en mi rostro. – No estamos equivocados, Cami. Estoy seguro. Nunca estuve tan seguro de nada en mi vida… Daría todo por ti. ¿No lo ves?
- Lo sé, Nick, si lo siento… pero ¿qué pasa si…?
- Basta. – me cortó. – Basta, por favor, deja de complicarte tanto. Por una vez, mira las cosas en blanco y negro. Simples. Yo te amo, tú me amas… punto final. Deja de meterle color. Solo complicas las cosas.
- No es tan fácil. – murmuré, e, involuntariamente, apoyé mis manos en su pecho. Como siempre que estaba tan cerca de él, mi estómago se volvió un nido de mariposas, y mi corazón latió violentamente.
- Si lo es… tú eres la difícil. – susurró en mi oído. Podía sentir en su voz un dejo de burla. Me alejé un poco, y vi una sonrisa en su rostro – Pero eso es lo que me vuelve loco de ti. – sonreí un poco, y tragué saliva. Quité mis ojos de su rostro, centrando mi atención en el collar alrededor de su cuello. Lo tomé entre mis manos, y comencé a jugar con el. - ¿Qué?
- Nada – dije, moviendo mi cabeza de lado a lado. Nick carraspeó, llamando mi atención. Tenía sus cejas levantadas, en señal de pregunta. – Es que siempre es lo mismo… discutimos, tú dices algo lindo, yo caigo, y allí termina todo.
- ¿No sería más fácil si no discutiéramos? – dijo, besando mi mejilla tiernamente. Cerré mis ojos, y, haciendo un esfuerzo sobre humano, lo aparté un poco de mí.
- No. – me alejé un poco, dándole la espalda, mientras miraba por la ventana.
- Está bien, mira. – dijo, acercándose a mi. – Si quieres ir… ve. Si eso te hace sentir más tranquila… encontraremos la forma de arreglarnos.
- ¿Cómo? – di media vuelta, para encontrarme con él a poco centímetros de mi. Llevó su dedo índice a mis labios.
- Shh – me calló – Lo haces otra vez. Recuerda: blanco y negro. Simple. Lo arreglaremos. No importa como… lo haremos. Nuestro destino es estar juntos… lograremos la manera de cumplirlo.
El brillo en sus ojos, quién sabe porque, me dio la seguridad de que tenía razón. No pude más que sonreír, y presionar sus labios suavemente, mientras él me tomaba por la cintura.