lunes, 26 de abril de 2010

Hope you feel like I feel

—Por favor cariño hazme el favor de traerme el correo.
—Si mamá—Dije después de haberme terminado el desayuno.

Me puse un suéter y salí despeinada "nadie me va a ver" pensé. Era viernes y apenas las 5 de la madrugada, ni siquiera había salido el sol y la luna seguía totalmente visible.

Yo vivía en un pueblo dentro de un pequeño apartamento. Las puertas de este estaban muy pegadas que apenas y podías caminar por los pasillos. Salí rápido por que quería dormir un poco más, pero gracias a lo torpe de mis movimientos cuando abrí la puerta había chocado contra alguien y caí al piso.

—Perdón, fue mí culpa—Dijo una voz. Se me hiso conocida pero no imaginaba de quien.
—No te preocupes. Estoy bien—Contesté cuando me ayudo a levantar. Vi que era un chico totalmente cubierto de la cara por una bufanda negra. Solo se podían ver sus ojos café y su cabello ondulado. Eso me dio miedo ya que podía ser alguien que me quisiera hacer daño, o un secuestrador. Entonces decidí no ir por el correo.

—Bueno, hasta luego—Dije rápidamente abriendo la puerta de mi casa.
— ¡Espera!—Me agarró del brazo—Es que... necesito ayuda, no conozco este pueblo y necesito alguien que me guie.
— ¿Pero...? no te conozco, ¿Como se que eres confiable?
—Solo confía en mí—Me miro a los ojos, fue como si me hubieran hipnotizado.
—Entonces—Dije embobada, el seguía mirando mis ojos—Descúbrete la cara, quiero saber quien eres.
—Ágamos un trato—Cambió el tema.
— ¿Cual?
—Si tú me ayudas a llegar al aeropuerto, me descubro la cara.
— ¡El aeropuerto! esta muy lejos, deberías ir con otra persona.
—Te prometo que no te arrepentirás, y luego sabrás por que me cubro.
— ¿Que edad tienes?— Tenía que preguntarlo, ¿Que tal si era un señor o alguien mucho mayor que yo?
—17.
—Estoy confiando en ti, nunca lo haría pero haré una excepción hoy.
—Gracias, te lo agradeceré toda mi vida.

Jamás me iba imaginar lo lejos que iba a llegar este día. ¡Yo solo iba a traer el correo!

—Mamá, lo siento es que...—"Piensa en una escusa"—Es que... llegó el transporte, ya no pude sacar el correo—Esta era la mentira más ridícula que jamás había dicho.
— ¿Tan temprano?
—Lo sé. ¿Que pasa con el chofer? Bueno nos vemos en la tarde. Te quiero mucho—Salí corriendo, (se notaba mi nerviosismo). El chico ahora estaba sentado en el piso esperándome.
—No tengo mucho tiempo así que tenemos que irnos ya. Nos iremos por metro, pero para eso tenemos que caminar unas cuadras.

Caminamos por las calles vacías donde dominaba el total silencio, corría una brisa de aire que hacía a mi cabello despeinado, todavía más despeinado. Él jamás paraba de mirar mi rostro, y se le salía una risita casi muda cada vez que hacía un movimiento extraño (Era divertido) era como si nos comunicáramos con los gestos en ves de las palabras y no me sentía incomoda.

—Ya que estaremos juntos por un tiempo ¿Por que no me dices tu nombre?—Le dije. Note que se puso algo nervioso.
—Jerry. ¿Y el tuyo?
—Camila—Contesté. Sabía que estaba mintiendo— ¿Y por que cubres tu cara? espero que no te moleste la pregunta ni nada.
—No me molesta, es solo que prefiero decirte después.
—Mientes—Le dije cuando subíamos las escaleras para el metro.
—Yo te prometo a ti Camila decirte mi identidad si me llevas al aeropuerto—Se incoó frente a mi, algo demasiado chistoso que no pude contenerme la risa, él rió conmigo.
— ¿Es que no crees que la gente nos mirará raro cuando entres al metro todo cubierto?
—No, aparte yo te lo voy a pagar—Me dijo cuando sacaba su cartera de la bolsa trasera de sus pantalones.
—No, no... Yo tengo aquí, no es mucho—Agarré su mano para evitar que sacara el dinero. Fue algo raro por que fue como una conexión. Traté de que no notara lo que había sentido poniéndome seria (Él hiso lo mismo) pero estábamos tan concentrados en eso que la cartera se nos cayo hasta la calle.
—Creo que se cayo—Me dijo después de quedarnos como bobos.
—Si—Reímos. Ninguno quería ir por ella hasta abajo. Pero cuando miramos un señor la había agarrado y se había ido corriendo.
— ¡Mi cartera!—Dijo, y se fue corriendo tras de él. No tenía otra opción más que seguirlo (Aunque corría muy rápido debo admitir). Hasta que lo alcanzamos, para eso nos encontrábamos en medio de una calle totalmente vacía y el sol apenas salía formando una linda vista. El señor tiro la cartera y enseguida huyo.

—Se llevó todo el dinero—Dijo "Jerry" cuando la recogió del piso
—Espera... ¿Que es esto? ¡Una identificación!
—Camila dámela por favor.

Ya era muy tarde, la había visto decía: Nombre: Nicholas Jerry Jonas.
Me quede en shock.

—Eres... Nick Jonas—Susurré y me fui acercando lentamente. Él no dijo nada—Pero...—Le fui quitando la bufanda delicadamente, podía ver su hermoso rostro. No podía creer que era él. Él sol podía iluminar el lugar donde estábamos—Todo el tiempo estuviste conmigo.
—Si, es que no quiero que te enojes.
—Nick no estoy enojada—Le sonreí—Simplemente es inesperable—Empecé a reír de felicidad. Me había imaginado tanto este momento, pero nunca así— ¿Jerry? pensé que en la mañana había mentido tan mal a mi mamá, pero como me dices tu segundo nombre—Reí, ese día algo pasaba conmigo que estaba tan feliz. Lo bueno es que el tenía una sonrisa de pena.
—Bien, ahora no tenemos dinero—Rió como si los problemas se resolvieran con eso aunque ayuda mucho.
—Y estamos perdidos—Agregue—Supongo que no fui una buena guía.
—Esta bien, admite que fue divertido.
—Lo admito.
—¿Y ahora a donde vamos?
—Puedo hablarle a una amiga, ella nos puede llevar hasta el aeropuerto.

Le llamé a una amiga llamada Consuelo que por suerte estaba en el baño de la escuela y no en clases así que le dimos la dirección y esperamos a que viniera.

—¿Y a que cuidad te vas?—Le pregunté.
—A New York—Agachó la cabeza.
—Eso... esta lejos—Asentí con tristeza.

En eso llegó Consuelo en su carro convertible blanco. Se quedo boca abierta al verlo. Le explicamos todo.
—Comprendo todo, no se preocupen. De hecho por aquí vive una amiga—Estaba haciendo una escusa para que me quedara con Nick—Y me tengo que ir, yo les presto el carro.
—Gracias—Dijo Nick. Ella me guiño el ojo, por una parte se lo agradecía. Nos metimos al carro y Nick decidió manejar.
—Te voy a extrañar—Dijo él después de mucho tiempo sin hablar. Se veía tan lindo manejando.
—Te dije que escogieras a otra persona. ¿Por que me haces esto? es como si te estuvieran despertando de tu sueño cuando apenas empieza.
—Nunca fue mi intención.
—Pero es que no entiendes lo que siento—Mis ojos empezaron a caer en lagrimas.
—Eso no es cierto. Yo te comprendo ¿Y que si siento lo mismo?
—No lo sé—Sentí una gota en mi mejilla, al parecer comenzaba a llover, por esto odiaba los carros convertibles—Y ya mero llegamos—Le avisé cortantemente, él me miro con cara triste.
—Quizá nunca debí hablarte—Contestó.
—Yo nunca debí de aceptar ese trato. Ni siquiera quería que fueras tú.
—¿No lo querías? entonces por que dijiste que era tu sueño.
—Estaba equivocada—Empezó a llover aun más fuerte.

Nick de repente freno el carro y bajó de el, después se acercó a mi puerta y me cargó.

—¡No, bájame!—Dije como una niña pequeña.
—Yo si lo quería—Gritó ya que la lluvia hacía que nuestras voces se escucharan menos.
—Yo también lo quería—Gemí.
—Entonces sentimos lo mismo.

Sin decir más acercamos nuestros labios en un ligero movimiento, desde que se rozaron ya no pude escuchar la lluvia. Fue la mejor solución a todos nuestros problemas, lo tenía ahora sin importar lo que pasaría en el futuro. Jamás tuve un día, una mentira, una persona, un beso ni un sentimiento igual a este, jamás lo tendré...
¡Y yo solo iba a traer el correo!

miércoles, 13 de enero de 2010

Black And White

- Bien, ya fue suficiente. – mi novio entró como una fiera a mi habitación, y cerró la puerta con un fuerte golpe. Se sentó en mi cama, frente a mí. Desvié mi mirada hacia el suelo. Mi vista periférica me permitió ver como hundía su rostro entre sus manos, exasperado - Debemos hablar, esto ya me está volviendo loco.
- No sé de que hablas – contesté, con mi vista aún clavada en la madera. Sentí como Nick tomaba mi barbilla, y me obligaba a mirarlo a los ojos. Reflejaban un solo sentimiento: desesperación.
- Vamos, Camila, háblame – me suplicó. Mantener el contacto visual con sus ojos me estaba costando horrores. Nicholas me conocía demasiado bien, seguro ya había leído en mi mirada que algo no estaba bien. – Solo quiero saber que ocurre.
- Nada – dije, cortante, y me zafé de su agarre. Miré hacia otro lado, mientras mis ojos se humedecían. Nick suspiró.
- Es sobre Miley. – no era una pregunta: era una afirmación – Cami, amor, cuantas veces tengo que decírtelo… no hay nada entre nosotros.
- ¿Cómo puedo saberlo? – las lágrimas ya se asomaban por las comisuras de mis ojos. Intenté contenerlas, pero sabía que no lo lograría por mucho tiempo – Pasas más tiempo con ella que conmigo, componen juntos, en lo eventos siempre está merodeando cerca de ti… - mi voz se quebró. Nick tomó mi rostro entre sus manos.
- Escúchame, por favor. Entre Miley y yo no hay nada. Son solo estúpidos rumores…
- Que ella ayuda a engordar – lo corté. Él bajo su mirada, y soltó mi cara, mientras soltaba todo el aire que tenía en sus pulmones.
- Hablaré con ella, ¿está bien? – dijo. – Pero debes confiar en mí. Tú ya sabías como son las cosas cuando empezamos a salir, lo hablamos miles de veces. – volví a enfocar mi atención en el suelo. En ese momento, mis zapatos tirados cerca de mi cama parecían mucho más interesantes que la mirada acusadora de mi novio. Escuché como chasqueaba la lengua, y me vi obligada a volver a clavar mis ojos en él. – Camila… Nunca te engañaría.
- No podría soportarlo otra vez… - una lágrima primeriza se deslizó por mi mejilla, y Nick me la quitó con su dedo índice.
- ¿Cuándo vas a entenderlo? Yo no soy como Edward, Cami, nunca te haría algo así… no podría. Eres muy complicada, amor. Deberías dejar de pensar tanto. – reí un poco, mientras limpiaba los restos de lágrimas en los ojos. Intenté sonreír, pero mis labios solo formaron una débil mueca. Mi cerebro era un terrible nudo de ideas, había tantos cosas mezcladas que ni yo misma me entendía.
En primer lugar: el miedo al rechazo. Nunca me había enamorado tanto de alguien, ni siquiera de Edward, y la simple idea de que Nick dejara de ser parte de mi vida destrozaba mi corazón. Y su “mejor amiga”, Miley, no ayudaba para nada. Cuando empezamos a salir, pactamos que quedaría entre nuestros íntimos: nada de prensa. Me pareció lo más lógico… hasta que la señorita Cyrus decidió entrometerse. Sus constantes indirectas, ya casi directas, sobre su relación con mi novio me estaban volviendo loca. Nick podría asegurarme una y mil veces que ella no sentía nada por él, pero yo sabía que estaba equivocado. Y no podía ignorar el hecho de que ella era miles de veces más bonita y talentosa que yo. Entonces, ¿qué hacía Nicholas con una chica como yo, cuando podría tener a una chica como ella? No tenía lógica. Y eso me incomodaba muchísimo.
Pero iba más allá de eso. Los celos eran casi un tema fácil a comparación del resto…
- Hay más. – desperté de mi transe mental, sobresaltándome. Una vez más, Nick había afirmado en vez de preguntar. Me conocía hasta mejor que yo misma. – Camila, no podemos seguir así… ¡al menos mírame! – exclamó, tomándome por los hombros. Antes de volver a mirar sus ojos, cerré los míos por unos milisegundos – ¿Qué es? ¿Qué es tan difícil de decirme que estás dejando que arruine nuestra relación para no hacerlo? – volví a desviar mi mirada, ya demasiado empañada. – Camila, por favor, hablemos, te lo suplico…
Cerré mis ojos, mientras un sollozo sacudía levemente mi cuerpo.
- Recibí una oferta… desde Harvard. – dije, con un hilo de voz.
- ¿Qué? – la expresión de Nick se desfiguró completamente. Su boca se abrió unos cuantos centímetros, mientras negaba con la cabeza – ¿Concursaste? – solo pude asentir. – Creí que habíamos acordado que no lo harías…
- Tú no lo entiendes – por primera vez, clavé mi mirada en sus ojos almendrados por voluntad propia – Nunca podrías entenderlo…
- Explícame, porque de verdad no te entiendo. – pude verlo en sus ojos: estaba enfadado. - ¿Qué es lo que quieres? ¿Alejarte de mí? ¿Quieres dejarme, Camila?
- ¡Claro que no, Nick! – exclamé, desesperada. - ¿Cómo voy a querer dejarte, si eres lo mejor que me pasó en la vida?
- Pero si quieres pasarte 12 años encerrada en una universidad, lejos de mí, viéndonos solo unas 2 veces al año. ¿Cómo crees que eso puede funcionar?
- ¡No es eso lo que quiero! – exclamé. – No lo entiendes…
- No, ¡no te entiendo! – Nick gritó más fuerte que yo, llevando sus manos a su cabello, y agarrándose la cabeza. – Intento, ¡puedo jurarte que intento! Pero simplemente es ¡imposible! ¡No quieres que nos separemos, pero te iras a estudiar una carrera interminable en una de las universidades más complicadas del país! ¿Qué pretendes? ¿Qué deje la banda y me vaya contigo? ¡Lo haré si es lo que quieres!
- No, Nicholas, ¡por favor! – Exclamé - ¡No puedes hacer eso!
- ¿Y entonces?
- ¡Debo proteger mi futuro! ¿Está bien? ¿Es eso lo que querías escuchar?
- ¡Otra discusión que ya habíamos tenido! – Nick inspiró una gran bocanada de aire, intentando calmarse – Creí que habíamos acordado que tu futuro era conmigo.
- No voy a ser una mantenida, Nicholas. – sentencié.
- ¡Pues estudia a distancia! Creí que hasta habías encontrado un muy buen curso…
- Si, todo genial, pero nunca encontraré un buen trabajo con un título así. – lo interrumpí.
- ¿Es todo por un tema de dinero? ¿Quieres ganar mucho? Camila, no sé si te diste cuenta, pero cada uno de nosotros ya tenemos una cuenta corriente bastante gorda…
- ¡No es por el dinero, Nick! ¡Argh! – llevé mis manos a mi cara, cubriéndola completamente. Me paré de un salto, y comencé a caminar por toda la habitación.
- Hay algo que me estoy perdiendo – susurró Nick. Suspiré sonoramente, y me acerqué a él, con mis ojos cerrados.
- ¿Qué pasaría… qué pasaría si lo nuestro no dura? – susurré, en un tono casi inaudible. Abrí mis ojos: Nick me miraba casi horrorizado. - ¿Qué pasaría si, en unos cuantos años, o quizás meses, nos damos cuenta que no somos el uno para el otro? Necesito tener una segunda opción, Nick.
Mi novio se paró, quedando a centímetros de mi cuerpo. Me tomó por la cintura, y me acercó más a él, hasta que nuestros cuerpos quedaron prácticamente pegados.
- ¿No lo sientes? – dijo. Una media sonrisa se formó en mi rostro. – No estamos equivocados, Cami. Estoy seguro. Nunca estuve tan seguro de nada en mi vida… Daría todo por ti. ¿No lo ves?
- Lo sé, Nick, si lo siento… pero ¿qué pasa si…?
- Basta. – me cortó. – Basta, por favor, deja de complicarte tanto. Por una vez, mira las cosas en blanco y negro. Simples. Yo te amo, tú me amas… punto final. Deja de meterle color. Solo complicas las cosas.
- No es tan fácil. – murmuré, e, involuntariamente, apoyé mis manos en su pecho. Como siempre que estaba tan cerca de él, mi estómago se volvió un nido de mariposas, y mi corazón latió violentamente.
- Si lo es… tú eres la difícil. – susurró en mi oído. Podía sentir en su voz un dejo de burla. Me alejé un poco, y vi una sonrisa en su rostro – Pero eso es lo que me vuelve loco de ti. – sonreí un poco, y tragué saliva. Quité mis ojos de su rostro, centrando mi atención en el collar alrededor de su cuello. Lo tomé entre mis manos, y comencé a jugar con el. - ¿Qué?
- Nada – dije, moviendo mi cabeza de lado a lado. Nick carraspeó, llamando mi atención. Tenía sus cejas levantadas, en señal de pregunta. – Es que siempre es lo mismo… discutimos, tú dices algo lindo, yo caigo, y allí termina todo.
- ¿No sería más fácil si no discutiéramos? – dijo, besando mi mejilla tiernamente. Cerré mis ojos, y, haciendo un esfuerzo sobre humano, lo aparté un poco de mí.
- No. – me alejé un poco, dándole la espalda, mientras miraba por la ventana.
- Está bien, mira. – dijo, acercándose a mi. – Si quieres ir… ve. Si eso te hace sentir más tranquila… encontraremos la forma de arreglarnos.
- ¿Cómo? – di media vuelta, para encontrarme con él a poco centímetros de mi. Llevó su dedo índice a mis labios.
- Shh – me calló – Lo haces otra vez. Recuerda: blanco y negro. Simple. Lo arreglaremos. No importa como… lo haremos. Nuestro destino es estar juntos… lograremos la manera de cumplirlo.
El brillo en sus ojos, quién sabe porque, me dio la seguridad de que tenía razón. No pude más que sonreír, y presionar sus labios suavemente, mientras él me tomaba por la cintura.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Love Istory


Se acercaban mis 17 años, mi padre que es el rey de Inglaterra decidió hacerme una fiesta, pero no una cualquiera si no que una de mascaras a La cual concurrirán sólo príncipes y princesas, aunque yo sabía que mi padre tenía otro propósito encontrarme un futuro esposo, el ya tenía su lista, pero yo no quería casarme, o al menos no por ahora, mi padre me daba en todos los gustos, y mi madre me híper mimaba, mañana era esa fiesta, y yo era la principal princesa de todo el mundo, era la más importante, todos eran mis amigos sólo por eso, y mi padre no entendía que yo quería tener una vida normal por lo menos por un día en fin lo único que podía hacer era disfrutar mi fiesta y ser la mejor princesa y reina que puede existir, a mi en lo particular no me importaba tanto mi apariencia, pero mi vestido era blanco, un blanco hermoso, con delicados detalles y unos hermosos zapatos de taco aguja, pero eso no era lo mejor, el palacio estaba increíblemente adornado con diferentes colores, pero todos hacen juego con mi increíble vestido original, me refiero a que me lo hicieron en especial a mí, mañana me repetí, mañana cumpliré 17 y seré la más hermosa princesa, pero eso no me importaba, estaba realmente preocupada, por ser hija única y mis padres en cualquier momento me heredarían, pero para eso debería casar,- o por favor, consuelo, no pienses en eso me decía mi yo interno, pero me di cuenta que ya era muy tarde y que mi padre me estaba diciendo que me fuera a dormir, -mañana será un gran día mi pequeña bebecita, siempre me decía lo mismo, y después besaba mi frente,- buenas noches, padre, y muchas gracias todo se ve increíble, me fui con destino a mi habitación para tener hermosos sueños.

A la mañana siguiente me levanté tarde y mis padres me fueron a felicitar a la habitación, los empleador, Lucy, Hans, Eloy, Julia, y muchos más me llevaron regalos, todos los empleados me quieren por que dicen que yo soy una de las pocas princesas que no les da que hacer e incluso les regalonea y les enseña cosas, en verdad yo si era diferente a las demás princesas que sólo buscan a un hermoso príncipe y se pasan arreglando, en realidad a mí me encanta salir a mojarme cuando llueve y caminar por la playa en las mañanas y leer, en el patio, en el palacio o en cualquier lugar y también tengo sueños, e ideas revolucionarias, se las leyes de mi pueblo, se la historia, se como puede surgir, la verdad he investigado bastante para poder ser una buena reina.

-mi fiesta es hoy, me dije muy alegre, me levante de la cama y abrí las cortinas que impedían el paso del hermoso sol, que me encantaba, la hora se me pasó volando de hecho no se como pero cuando mire el reloj ya eran casi las 13 hrs., me fui a dar un baño, después me peiné, me maquille, y me vestí, lo hice en ese orden porque siempre mancho mis vestidos y con mayor razón si son nuevos, la mañana se me paso volando y la tarde llegó, y con mayor razón la hora de la fiesta, me decidí a salir de mi habitación rumbo al palacio, al comedor de palacio, cuando llegue para poder bajar por las escaleras, todas las miradas se posaron en mi, el comedor de palacio era inmenso pero sin embargo estaba repleto de personas, sobre todo de princesas y príncipes, mi padre y madre también estaban allí, y me miraban con cara de alegría y de orgullo, los dos estaban sentados en sus tronos, y me daban la bienvenida, la verdad no podía reconocer a nadie, porque estaban todos con antifaz, incluso yo, con suerte reconocí a mis padre, me convencí de bajar las escaleras, con mucho cuidado para no tropezar al llegar al final me sentí orgullosa de no haber tropezado, la música sonaba y todos comenzaron a bailar, me reía mucho por que mi padre estaba bailando con mi madre y parecían verdaderos enamorados, si hasta se veían más jóvenes, yo comencé a saludar a todos los invitados, me estaba divirtiendo muchísimo, pero en ese momento una mano me saca a bailar, pude decirle altiro su nombre.

-Zac, ¿viniste?

-no me hubiera perdido por nada tu fiesta

-gracias por venir, me alegra verte aquí, más conversábamos que lo que bailábamos, pero me divertía estar con el, de hecho era mi único amigo.

Pero en ese momento nos separan, mi padre me saco a bailar, después baile con otras personas, que no conocía pero me simpatizaron muchísimo.

De la nada se cortó la luz, la música paro, y lo único que podía escuchar eran los gritos que se armaron, pero cuando iba a dar instrucciones de donde estaba la salida una mano me aprisiona contra la pared, y me dejó casi aplastada, me tapa la boca impidiéndome decir algo.

Y descaradamente me besa, pero no fue un beso corto fue un beso largo, en ese momento le odie, pero el me tenía a su merced, ya que su cuerpo me impedía moverme.

-suéltame, le dije en tono de orden

- no, no quiero, te tengo gusto como quiero Consuelo

-¿Cómo sabes quien soy?, descarado, que ¿acaso me conoces?

- digamos que si

- ¿Quién eres?

- soy tu mejor amigo

-no, no eso es imposible, mi único amigo es Zac, y el no haría una cosa así

-pues entonces no le conoces lo suficiente, está justo parado en frente de ti y tu no te has dado cuenta

-imposible, me repetía a mi misma, en un afán de que todo eso sea mentira, las luces se encendieron como por arte de magia, y le pude divisar, en verdad era el.

-¿ahora me crees?

Me quede perpleja, realmente era él, se saco la máscara y comenzó a acariciar mi cara dulcemente yo comencé a temblar, las piernas no me respondía, mi corazón no podía latir, mi respiración, cada vez se trasformaba más veloz, mis ojos comenzaron a llorar, y yo no sabía el porque de mi organismo, el porque estaba así, que me había afectado tanto.

-no, por favor no llores, Conzhu, para por favor, dime que puedo hacer para calmar todo ese dolor que sientes, dime por favor.

-nada, sólo podrías explicarme porque has hecho todo esto.

- porque te amo, Consuelo yo te amo, tu eres especial para mí, eras mi mejor amiga, pero hoy me di cuenta de que yo te amo y no quería aceptarlo, lamento si no te lo dije antes, pero hasta hoy me vine a percatar que tan grande es mi sentimiento.

-Zac, por favor, ¿somos amigos verdad?

-lo siento, pero yo tu amigo no podré ser, pero si podré ser tu novio, tu amor, tu esposo… claro si tu quieres.

-Zac, por favor no me compliques las cosas, yo, yo…., no sabía porque no podía terminar la frase, pero antes que siguiera hablando el me dijo:

-déjate llevar por una vez y disfruta de tu propio cuento, del cuento que siempre soñaste y ahora se te cumplió, solo déjame amarte, posó sus labios dulcemente contra los míos, al principio no quería seguirle el juego, pero me deje llevar por él, me abrace a su cuello, y comencé a devolverle cada beso con otro, hasta que nos dimos un respiro, y nos dimos cuenta que todos los ojos se posaron en nosotros, Zac y yo nos miramos ,Zac comenzó a gritar:

- lamento la tardanza pero Consuelo a decidido ser mi novia y mi futura esposa, yo le mire con cara de que estas hablando y el sólo me beso, todas las personas comenzaron a aplaudirnos y a desearnos un feliz romance, y eso que recién habíamos comenzado hoy, pero nos queríamos y éramos lo bastante jóvenes para tener sueños, y amarnos con locura y pasión.

Fin

domingo, 13 de diciembre de 2009

Prohibida.


Hacía horas que estaba sentado allí, junto a la pequeña barra y no había podido quitarle los ojos de encima. Sabía que sería difícil, sabía que me costaría soportarlo, pero verla allí, vestida de blanco y sonriente junto a otro hombre era algo difícil de resistir, casi imposible y aún más sabiendo que aquel hombre era mi propio hermano. Su cabello castaño y sedoso se movía al compás de la música mientras bailaba con su reciente esposo, haciendo que su vestido se elevara a su alrededor con cada paso. Qué habría dado por ser yo quien ocupara el lugar de mi hermano, por sonreír junto a ella, por gritarle al viento cuánto la amaba. Sin embargo mi papel era otro y no había nada que hacer para remediarlo.
— ¡Joe, es tu turno para el vals! —exclamó Nicholas desde la multitud, mientras hacía señas para que me acercara hacia él.
Me limité a asentir con la cabeza y me volteé hacia el barman.
— Otro tequila —ordené.
Bebí el trago de una sola vez y apoyé el vaso sobre la barra junto a los demás. Aquello me ayudaría a soportar lo que vendría. Me puse de pie y caminé hacia mi hermano, quién abrazaba a su mujer por la cintura. Debía controlarme, tenía que fingir que todo estaba bien, que me encontraba feliz por ellos.
— ¿Pensabas escaparte y no bailar con la novia? —bromeó él y se separó de ella para darme espacio.
Me limité a sonreír y Nicholas se alejó devolviéndome el gesto para luego comenzar a bailar con su suegra, dejándome totalmente solo con ella. Sin decir una palabra, la tomé con firmeza de la cintura y entrelacé mis dedos con los suyos; una de sus manos se posó sobre mi hombro y comenzamos a dar vueltas al compás. Era tan placentero sentir su cuerpo ante mi tacto y a la vez tan desesperante; estaba consciente de que jamás volvería a sentirla como alguna vez lo había hecho antes.
— ¿No vas a decir nada?
Su pregunta me tomó de sorpresa y fruncí el ceño, confundido.
— ¿Debería? —inquirí sin dejar de mirarla.
— Eso creo —respondió sin despegar la mirada— no te he oído acotar nada desde que llegamos
Reí con sarcasmo.
— Lamento no haberle comentado lo hermosa que está la fiesta, señora —murmuré con ironía— realmente estoy muy contento de que sea la mujer de mi hermano, me desborda la alegría
— Joe… —comenzó ella pero yo la interrumpí.
— No sabes las inmensas ganas que tengo de besarte en estos momentos, Cami —solté— lo haría ahora mismo si no quisiera arruinar la felicidad de mi hermano
— No sabes lo que dices —negó ella sacudiendo la cabeza de lado a lado.
— No finjas, ambos sabemos lo que sientes por mí
— Has tomado demasiado —insistió ella e intentó separarse, pero yo fui más rápido y acabó encarcelada entre mis brazos— Suéltame, Joe, me haces daño
— ¿Qué hay de aquellas noches a escondidas que pasaste junto a mí? —continué, ignorándola. Sabía que no servía de nada reprochar, pero lo necesitaba. Necesitaba que ella sintiera aunque fuera una parte del dolor que me estaba carcomiendo a mí— ¿Las has olvidado? ¿Me has olvidado? Créeme que no miento cuando digo que yo no te he olvidado a ti
Las lágrimas se agolparon en sus ojos e intentó zafarse de mí una vez más sin éxito alguno.
— Estoy con Nicholas, Joseph —suplicó— por favor, no hagas todo más complicado
— Júrame que me has olvidado —ordené— y te dejaré ir
Desvió su mirada y tomé su mentón para obligarla a dirigir la vista nuevamente hacia mi rostro.
— Júralo
— No te he olvidado —respondió entre dientes y las lágrimas que hasta entonces había retenido se deslizaron por sus mejillas— Jamás podría hacerlo, eres lo mejor que me ha pasado
— ¿Qué sucede aquí? — Intervino Nicholas y Cami secó sus lágrimas rápidamente— ¿Por qué está llorando? —me acusó mientras la tomaba en brazos.
—Nada importante, Nick —aseguró ella— no hay de qué preocuparse, simplemente me emocioné, nada más
—Recordando viejos tiempos —añadí.
Cami agachó la cabeza y Nicholas presionó sus brazos con fuerza alrededor de ella.
—Eres tan sensible, amor —susurró con una sonrisa y besó su cabellera.
—Una bebida me llama —interrumpí. Realmente deseaba alejarme de aquella escena empalagosa rápidamente— los veo luego, disfruten
Me alejé nuevamente hacia la barra y ordené otro trago. El alcohol era mi único amor fiel.


END.

Consuelo ♥

martes, 3 de noviembre de 2009

One Shot

Siempre me he preguntado ¿Por qué las personas le tienen miedo a la lluvia?, porque siempre que llueve las personas se encierran en sus casas, o se resguardan en un lugar hasta que escampe un poco, quizás yo sea extraña, pero, yo prefiero salir cuando llueve, para mí la lluvia purifica, te ayuda, refresca y limpia, la lluvia es hermosa, y el día de hoy, me decidí a caminar bajo la hermosa lluvia, que para mí era una bendición en esta sequia, caminaba sin un rumbo fijo, lo único en que pensaba, era en mis hermosos sueños, en mi vida, en cómo he crecido y nunca he si quiera dado un beso, antes eso no tenía sentido, pero el día de hoy, no sabía el porqué, pero todos esos pensamientos vinieron a mi ser, pensaba en como hubiera sido mi vida, si yo hubiera sido diferente, quizás no hubiera estudiado tanto, o ahora estaría casada, o pololeando, porque así estaban todas mis amigas, nunca entendí, el motivo de que todas las chicas, como decirlo, pesadas creídas, poco estudiosas, malas, y cosas así, encuentren el amor, antes que chicas buenas, quizás no tan agraciadas, pero que ¡HELLO!, ¿Qué acaso ahora nadie se fija en la belleza interior?, ¿Qué yo soy la única que se fija en eso?, quizás mi problema no era eso, quizás mi problema era que nunca salía, siempre estaba sola sentada leyendo, o puede ser que sueño con un amor que jamás encontraré, en un desván desperté de todos esos pensamientos, y me di cuenta que me encontraba en la playa, cerca de mi casa, tome asiento en una roca, ya más mojada no podía estar, y sentarme cerca del mar, es algo realmente relajante, lo único malo era que no podía leer, por razones ya obvias, pero deje que mi mente comenzará a recordar, y me fui a uno de mis recuerdos, vi en mi mente al primer amor de mi vida, y en como yo le miraba esperando alguna respuesta, pero nada, le escribí, pero nunca hubo contestación, y el día más triste fue el de su partida, recuerdo, que se despidió de mi y que casi me da mi primer beso, pero solo me dio un beso en la mejilla, era un beso que recordaría por siempre, y que nunca olvidaría, ese día fue hermoso, pero al mismo tiempo triste, nunca más me volví a enamorar así de alguien, y nunca más traté de declarar mi amor así, si quizás haya sido un amorío de niños, pero para mí había sido mucho más que eso, porque él me había prometido regresar, lo recordaba todo como si fuera ayer, y unas lagrimas comenzaron a caer, lo bueno era que no se notaban con la lluvia, y tampoco andaban personas en las calles, en un acto de tratar de secar mis lagrimas, me di cuenta que algo impedía que las gotas se llevaran mis lagrimas, me gire, en un acto inconsciente, y vi sobre mi cabeza un paraguas y frente a mí, un hombre de más o menos mi edad, le sonríe, en un acto cortes, por preocuparse por mí, el era rubio de ojos azules, hermoso, era realmente atractivo, y por un momento me recordó a mi gran amor de niñez, me recordó a Zac, no le di mayor importancia, y le seguí sonriendo, hasta que pude decir unas palabras:
-muchas gracias, pero ya de nada sirve, estoy empapada y voy camino a mi casa, muchas, muchas gracias, pero debo irme, que este bien, gracias.
Me gire, y comencé a caminar lentamente hasta mi casa, no alcance a moverme y el me dijo:
-Consuelo, que acaso no me ¿reconoces?, Consuelo, he vuelto, he venido a cumplir mi promesa, todo este tiempo te he estado observando se que estás sola, y espero que eso se deba a que me esperabas, pero si no es así no importa, yo he venido a por ti, y no pienso alejarme de ti, no ahora, Consuelo yo no te he olvidado, desde que me fui no he dejado de pensar en ti, lo lamento, sé que no debí marcharme, pero fue necesario, ahora sé que te amo, y que tú me recuerdas.
Si quizás ya no estaría sola, quizás ahora estaría con el único amor de mi vida, el amor que había vuelto por mí. Me gire en un acto inconsciente, y me acerqué a él, le acaricie el rostro le mire bien, y realmente era él, era mi Zac, era el amor de mi vida, no sé cómo, pero me enamoré de él, otra vez, le abrasé, con mucha pasión y sobre todo amor, y le dije en susurro:
-nunca pensé que esto pasaría, pero me alegro de que pasase, este si que es una historia digna de escribir, ahora sé que encontré mi final feliz, Zac, siempre de ame, y te sigo amando.
Zac, me abrazó fuertemente y los dos llorábamos de emoción y felicidad, si quizás en mi vida no había sido muy amada, pero el día de hoy no me arrepentía que así haya sido, porque el día de hoy, había conseguido a mi príncipes azul, el que es y será el amor de vida, Zac me miro a los ojos y no pudo evitar el comentario.
-estas más hermosa que nunca, te amo.
Después de eso busco mis labios y me beso, si no hubiera sido por ese hermoso día de lluvia, quizás esta historia no hubiera sido así, y no me arrepiento de haberme mojado, y de haber esperado al amor de mi vida.

viernes, 16 de octubre de 2009

El Brillo Del Bosque.

Siempre se creyó la única alma en ese desolado bosque, y eso era lo que quería. No es que fuese un autista, simplemente, le gustaba tanto ese antiguo lugar, tan lleno de misterio y una aura especial, sin olvidar que estaba rodeado de todo lo que a él le parecía fascinante. Rocas, minerales —en un estado tan puro que parecía que alguien cuidaba de ellos para que no se deterioraran— y hasta fósiles si andaba de suerte ese día. Había ido hasta ese bosque numerosas veces, prácticamente formaba parte de su rutina, al menos día por medio, si es que no todos los días. Adoraba sentirse rodeado de la naturaleza y nada más, solo pequeñas y débiles respiraciones que apenas podía detectar que correspondían a asustados animales ocultos entre los matorrales.

A veces le faltaba un poco de conversación, siempre se había caracterizado por ser alguien sumamente sociable, pero cuando entraba al bosque, olvidaba todo aquello de lo que gustaba excepto la naturaleza. Parecía que este lugar, tan alejado de la civilización, oscuro, tranquilo pero aún así, algo tenebroso si se hacía de noche, repelía a todo el mundo, menos a él. Por alguna extraña razón, se sentía sumamente atraído a adentrarse entre aquellos espesos árboles que le ofrecían una cantidad sin fin de elementos preciosos entre sus raíces, y como dedicado geólogo que era, no podía negarse a semejante oferta. Un abastecimiento ilimitado de todo lo que a él podría hasta robarle la respiración, era la más tentadora oferta.

Siempre, pese a que todo aquel que sabía que él venía a este oscuro bosque le decía que ni loco lo acompañaría, porque el lugar estaba encantado, él nunca sintió ninguna otra presencia, al menos, no una que fuera ajena a él y los animales que lo rodeaban y a los que se había habituado tanto que hasta a veces le hablaba.

Pero hoy era distinto.

Hoy se sentía observado, vigilado por alguien que no era un animal. Al menos, no uno de los que normalmente, rondaban por estos alrededores. ¿Acaso había llegado algún tipo de depredador en estos cuatro días que él estuvo alejado? Tonterías, se dijo a sí mismo, no ha de ser nada nuevo ni extraño, sólo estoy alucinando por todos los discursitos de Eric.

Siempre culpaba a su amigo por meterle diferentes ideas en la cabeza; era quien más insistía con el asunto de que el bosque estaba encantado, pero no, él sabía que no era así, que su bosque no estaba encanado, porque así lo sentía. Suyo. Sólo se sentía observado porque estaba recordando todas las palabras de advertencia que le había hecho su amigo.

«Te digo que está embrujado, hermano, no deberías ir ahí, un día te va a pasar algo y nadie podrá ayudarte. No serías el primero en desaparecer»

Podía escuchar con claridad las palabras de su amigo en su cabeza, se repetían una y otra vez, pero él no le creía y no debía dejar que sus insistentes palabras cargadas de preocupación, cambiaran lo que él creía desde siempre. Llevaba viniendo a este bosque casi ocho meses, y jamás había sentido algo extraño. Claro, hasta ese día.

Culpaba a su amigo, no podía ser nada más, seguro era otro animal y lo sentía diferente porque dejaba que las palabras de su amigo lo afectaran. Aún así, aunque se convenció de que no era nada extraño, la sensación de tener una mirada clavada en su nuca le ponía los vellos de punta. Era tan extraño, si se ponía a pensar en eso, se sentía cada vez más observado, más vigilado. Sí. Así se sentía: vigilado por algo… o alguien. Pasó por su mente la posibilidad de que fuera su mismo amigo tratando de hacerle una broma, pero bien sabía que él no entraría al bosque ni aunque le pagaran una fortuna por ello; menos lo haría para asustarlo a él.

Quería dejar de pensar en que alguien lo vigilaba, estaba casi cien por ciento seguro de que si se olvidaba de eso, ya no sentiría nada extraño. Pero no podía. De hecho, cada vez sentía que estaban más cerca de él y que lo miraban con más intensidad. Entonces, escuchó el crujir de unas ramas. No se quiso voltear, pero aquel crujido casi le quita el alma. Estaba tan pendiente de lo que sucedía a su alrededor, que aquel ruido le pareció más fuerte de lo normal. Mucho más fuerte.

Esperó hasta que se repitiera algún ruido, o algo que delatara a lo que estaba cerca, pero nada sucedía; no podía oír más allá de su irregular respiración y los acelerados latidos de su corazón. Si hasta parecía que todos los demás animales que siempre le hacían compañía, habían desaparecido, y eso que estaba muy acostumbrado a ellos, siempre podía oírlos. Su oído se había agudizado en todos estos meses y ahora estaba más agudo que nunca, pero no podía oír nada más. Era como si no hubiera nada más ahí, aparte de él mismo.

—Me he de estar volviendo loco —dijo en voz alta y se giró para seguir buscando una nueva muestra.

Fue cuando se agachó nuevamente cuando escuchó un suspiro. Era, claramente, uno de alivio, como si hubiese estado tenso durante mucho tiempo y conteniendo la respiración, y por fin, podía respirar. Él sabía que aquel suspiro no le pertenecía a él ni a ningún otro animal. Había alguien más cerca y, ahora, su deseo más grande había dejado de ser encontrar un nuevo fósil para convertirse en saber qué lo estaba vigilando. Como sabía que si se movía en busca de aquel ente, éste desaparecería o escondería otra vez, permaneció donde estaba como si no hubiese oído nada. Sintió que lo observaban con intensidad, no como si él fuera una presa, sino, como lo más interesante que podría existir en ese lugar. No tenía miedo, sino una gran urgencia por saber, de una vez por todas, que había de extraño en este día y quien lo miraba con tanto ahínco; quería saber qué tenía él de interesante comparado con este majestuoso bosque. Además, quería saber quién podía compartir su interés por este bosque.

Sin moverse mucho, y tratando de simular que no había notado nada extraño, giró su lupa que colgaba de su cuello para que la superficie metálica y brillante que protegía el lente, se convirtiera en un espejo para ver qué ocurría a su espalda. Todo se veía oscuro, los rayos del sol llegaban con dificultad, pero de pronto algo iluminó aquel oscuro rincón.

Fue algo que lo dejó sin aliento. Claramente no había sido un simple rayo de luz que iluminó un poco para que él viera, al contrario, parecía que había sido algo que nunca debió suceder. Punto uno: no debía de haber cristales entre los árboles del bosque porque era peligroso, podía generar un incendio. Y punto dos… bueno, no tenía un punto dos. Él vio como la oscuridad se iluminaba de repente por muchos haces de luz que se formaron porque uno en particular, se reflectó en una superficie que separó el rayo de luz solar en muchos otros con diferentes matices. Igual a lo que sucede cuando incide un haz de luz sobre un cristal, sobre un prisma. ¿Pero que podía haber en el bosque que produjera ese efecto? Él sabía que no había olvidado nada en sus anteriores visitas, y también sabía, que él era el único que visitaba el bosque. Al menos, eso crecía hasta ahora.

Intrigado, espantado y hasta asombrado, se giró rápidamente en busca de lo que había producido que aquel sector del bosque se iluminara por completo. Se sorprendió de lo que en un principio vio.

Nada. Absolutamente nada.

Desilusionado y hasta creyéndose un loco por imaginar esas cosas, se volteó un poco para volver a su anterior ocupación. Sacudía la cabeza para borrar todos sus pensamientos, pero algo le llamó la atención y volvió a clavar la vista en aquel rincón del bosque.

Tan oscuro como estaba, igual pudo ver algo que no pertenecía ahí. Su corazón comenzó a golpear con una fuerza increíble dentro de su pecho. Sentía crecer dentro de sí una fuerza impresionante, algo que le gritaba que todo en su vida estaba por cambiar en aquel minuto, pero que también le decía, que no debía temer. Fuese lo que fuera, no le haría daño. Al menos, no a él.

Pese a que se escondía tras el tronco de un árbol, él pudo ver una silueta —parte de ella, mejor dicho—. Le bastó ver una parte de su brazo para saber que no era un animal ni un hombre; sino una mujer, una delgada y frágil chica que se escondía. ¿Acaso estaba perdida? Quizás había llegado al bosque durante la noche o algo, se perdió de su grupo y acabó en este lugar y ahora estaba asustada en la oscuridad, pero ¿por qué se escondía de él si, por lógica, podría ayudarla a salir? Sabía muy bien que él no despertaba temor en nadie, su apariencia no era tan parecida a la de un ermitaño, sabía por la boca de todos sus conocidos, que él derramaba amabilidad por todos sus poros y que tenía grabada a fuego en su piel la esencia de un geólogo en todos sus términos.

—¿Hola? —Llamó cuidadosamente esperando ver la reacción de la chica oculta tras el árbol, pero ella no se movía— Tranquila, no te haré daño. Puedo ayudarte.

Eso quería él: ayudarla. No le haría nada malo, si tenía que salir del bosque en este preciso momento, con las manos vacías y sin nada interesante, se iría para poder ayudarla a ella; él podría volver más tarde.

—No deberías acercarte —le advirtió una suave voz cuando él dio un paso para acercarse.

Él corazón le dio un vuelco, sintió que una mano inexistente tomaba su agitado músculo para apretarlo con fuerza. Sólo habían sido tres palabras, pero la voz procedente lo había aturdido. Muchas veces había escuchado hermosas voces, cantarinas y deliciosas como la de ahora, pero ninguna le había producido aquella extraña sensación que ahora parecía embriagarlo más que cualquier licor que hubiese probado.

—No es seguro para ti —volvió a advertirle, pues él no se detuvo antes, fue un acto automático, inconsciente quizás. Sólo quería volver a escucharla.

—Si no lo es para mí, —habló él sin dejar de acercarse— tampoco para ti. Sólo quiero ayudarte.

Volvió a insistir extendiendo su mano. La vio vacilar. No podía ver su rostro en la oscuridad, pero si su cuerpo que se movió indeciso, sin saber si acercarse o salir corriendo.

—No te haré daño, no temas —dijo él, pensando en que así la ayudaría a decidir a aceptar su ayuda.

—No temo por mí, —su voz lo acariciaba, parecía que lo envolvía en una nube hecha sólo para él— sino por ti. No quiero que te pase nada, Nicholas.

¿Sabía su nombre? ¿Cómo era posible? Estaba seguro que nunca había hablado con ella, recordaría una voz tan especial si así hubiese sido. Tampoco había hablado con alguien que no fuese un animal en este bosque, por lo que nadie lo había llamado por su nombre aquí.

—¿Cómo sabes mi…?

La pregunta quedó en el aire cuando la vio aparecer por completo, sin acercarse a él, pero dejando de esconderse. Aunque la oscuridad en aquel rincón era mucha, ella parecía brillar por sí misma. No como un ángel o como si tuviera una linterna en la piel, sino que su belleza y la magia que producía en él, hacía que todo lo demás a su alrededor perdiera importancia y su propio brillo, y sólo la dejaba ver a ella, nada más existía y, únicamente, podía verla a ella.

Su piel ligeramente morena, pero aún así, muy pálida, se veía tan suave, tan limpia y exquisita al tacto. Los mechones de su negra cabellera caían sobre sus hombros con delicadeza y la ligera brisa que corría hacía bailar a algunos que rozaban los rasgos de su cara, aquellos finos rasgos, delicados y tan bien armonizados dentro de toda su maravillosa figura. Alta y esbelta, con unos enormes y atrapantes ojos marrones lo había dejado sin aliento, más cuando vio su sonrisa, amplia y reluciente, pero aún así, parecía no estar completamente segura si sonreírle, como si ocultase algo. A él no le importó, cuando la vio ahí, vestida con sus ligeras prendas en tonos tierra y violeta frente a él, no existió nada más, olvidó todo lo que tenía en la mente para sólo fijarse en ella, la hermosa chica que no podía tener más de un año menos que él y que estaba parada ahí sin ningún temor, ni reflejando que estuviese perdida o algo por el estilo, al contrario, parecía que el mismísimo bosque fuera su hogar y que estaba preocupada por él. Como le había dicho.

—No quiero hacerte daño —le advirtió, pero él no pudo más que soltar una tonta risita ¿podía ella hacerle daño? No lo creía posible, sólo podía deleitarlo—, ni siquiera por accidente.

Él negó con la cabeza y volvió a dar otro paso, quería saber si era real, no creía que pudiese existir alguien con aquella belleza y voz parada frente a él; necesitaba saber que no era un sueño. Entonces un nuevo haz de luz que se filtró entre las ramas llegó hasta ella y supo que había sido lo que produjo la anterior luminosidad en el bosque.

¡Maldito haz de luz!

Tenía que colarse entre las ramas ahora, justo cuando él estaba tan cerca, cuando no se veía ni asustado ni nada parecido, sino que maravillado. ¿Ante qué? Ella no estaba segura. Ahora, cuando él se acercaba, la luz tenía que ponerla en evidencia. Podía ver el horror en los ojos de él, en esos hermosos ojos azules que desde el primer día la atraparon como el más fuerte de los hechizos. Podía leer en su expresión el asco que producía verla ahí, brillando por la luz que chocaba en su piel y se quebraba en millones de otros destellos hacía el exterior. La veía como el monstruo que era.

Bajó la mirada acongojada, sumamente avergonzada y gritándose en su fuero interno por haber sido tan idiota; nunca debió acercarse tanto como para que él se diera cuenta de su presencia, como para que la descubriera. Tenía que seguir como lo había estado haciendo hasta entonces, oculta entre los árboles a una distancia prudente y satisfecha con, al menos, poder verlo. Pero no, tenía que ser tan estúpida como para acercarse más, sólo para poder sentir aún más su dulce y único aroma más de cerca, para poder oírlo respirar con mayor claridad, para sentir su calor un poco más de cerca. Se acercó y ahora todo estaba arruinado. Él sabía que ella era algo fuera de este mundo, un monstruo y ahora saldría corriendo para nunca más volver. No lo volvería a ver y todo por culpa de su imprudente acción de acercarse más de lo debido.

Llevaba meses observándolo, esperando cada día que apareciera en el bosque otra vez con una ansiedad indebida. Se había vuelto la razón de su existencia, el motor que hacía girar su mundo. Pequeño, destrozado y solitario mundo. Él, un simple humano, alguien que se atrevió a entrar al bosque después de todos los rumores que se habían corrido y que ella hizo empezar para mantenerlos a todos alejados, y así, protegerlos a todos de ella. De una vampireza.

Ahora su mundo volvería a estar vacío, sin ningún brillo ni una luz que le diera sentido, porque ella lo había echado a perder dejando que él la viera. Espantándolo.

—¿Qué… qué diablos eres? —él habló con voz estrangulada. Le sorprendió que aún estuviera ahí, parado tan cerca y sin haberse alejado ni un milímetro. ¿Tanto lo había paralizado el miedo?— Tú… tú estás… estás brillando.

Balbuceaba como un niño de dos años, asombrado, pero no se alejaba. ¿Por qué? ¿Por qué no salía corriendo como todos aquellos que —ya sea por error de ella o mala suerte de ellos— la habían descubierto antes? Sabía que él era especial, lo sentía en su inerte corazón desde el primer día, pero nunca se imaginó que tanto.

Había esperado muchos meses para hablar con él, para presentarse y poder guardar ese recuerdo como un tesoro el resto de su vida. No. de su existencia. Ahora se daba la oportunidad de crear ese recuerdo, pero tenía miedo de que al hablar lo espantara más aún, pero incluso así, sentía la urgencia de decirle todo.

—Un vampiro —le dijo casi en un susurro, sentía vergüenza de lo que era y, más aún, de decírselo a él—. No como los que creías que existían, no como los que hace creer el folklore popular; pero aún así, soy real y peligrosa… para otros, porque a ti no puedo hacerte daño —eso siempre se lo repetía a sí misma, a él jamás lo dañaría—, jamás te lastimaría.

—¿Quién eres? —aún estaba encantada de que él no saliera corriendo. Quizás tenía una oportunidad, quizás él no la aborreciera tanto por lo que era.

— Camila —siseó sin darse cuenta del paso que daba para acercarse a él, pero sí, percatando que él no se alejaba y la distancia aminoraba.

—¿Hace cuanto que estás ahí? —¿Por qué hacía tanta pregunta? ¿Por qué aún no salía corriendo? ¿Acaso ella no lo aterrorizaba aunque le confesara lo que era?

—Desde que tengo memoria, este bosque es mi hogar, aquí vivo.

Al azul de los ojos de él centellaron capturándola y haciéndola creer que él era demasiado perfecto para ser cierto, quizás estaba soñando despierta —otra vez— con un encuentro con él. Eso tenía más sentido; todo era una fantasía. Una fantasía más.

Pero él sonrió. No, ella jamás podría imaginar una sonrisa tan perfecta, no podía recrear de tal manera la belleza propia de él. Su mente no era tan majestuosa para crear una fantasía como esta. Esto era la realidad.

De pronto nació la urgencia de acercarse más, de tocarlo y gritarse a sí misma que dejara de buscar excusas, que él estaba ahí, parado frente a ella sin huir y con su corazón latiendo a mil por segundo. Sí, su corazón iba más rápido de lo que nunca había escuchado, podía ver más alucinación en sus ojos que cuando halló su primer fósil en este bosque, su corazón latía con más fuerza que cualquier otro día, incluso cuando la felicidad lo hacía saltar de la emoción. Ella lo observaba siempre y esta era la primera vez que lo veía así, que lo escuchaba así.

—Tienes un nombre precioso —habló con voz aterciopelada, relajando su postura y sonriendo ¿maravillado?—. Pero más preciosa eres tú.

Lo último fue un susurro que, evidentemente, él no esperaba que ella oyera, pero el chico rubio de cabello rizado y dueño de los más perfectos ojos azules que ella podía imaginar, no sabía que tan agudo era su oído.

Ella sonrió avergonzada y a la vez alagada, jamás nadie le había dicho eso, ni siquiera le habían hablado con la amabilidad con que él lo hacía. Las mejillas de él tomaron un delicioso tono melocotón que en conjunto con sus gruesos labios carmesí, era la imagen más perfecta que ella podía ver. Hace tiempo que su corazón había sido sometido a los encantos de él, que se lo había regalado en bandeja de plata sin que él siquiera lo supiera. Era el único que la hacía sentir viva y creía que no podía quererlo más, pero se sorprendía cada día cuando descubría algo nuevo de él que le fascinaba y la hacía alucinar.


—No entiendo —dijo ella dando un nuevo paso hacia él. Su corazón latía cada vez con más fuerza y sentía que el campo magnético que estaba alrededor de ella, lo llamaba con más intensidad— ¿Por qué no has salido corriendo aún?

Aquella pregunta lo desconcertó ¿acaso debería salir corriendo? Ella misma le dijo que no le haría daño y, por alguna razón que no entendía, él confiaba ciegamente en ella; además, no quería alejarse y darle la oportunidad a que desapareciera, tenía miedo que nunca más la encontrara. Ella era algo mágico, único, especial y aunque, según la lógica, él debería temerle a un vampiro, él no podía sentirse más atraído hacia la chica hermosa y maravillosa que tenía en frente. Dio un paso y se acercó ensanchando su sonrisa.

—Dijiste que no me lastimarías y yo te creo —la sorpresa brillo en los ojos de ella y él sintió que su corazón se detenía, que alguien se lo robaba—, dijiste que no me harías daño, por lo tanto, no tengo porqué salir corriendo.

Vio una sonrisa hermosa, amplia y sincera dibujarse en el angelical rostro de la chica vampiro y descubrió quien le había robado el corazón.

Ella.

Ella, con su primera mirada, con aquella hermosa y verdadera sonrisa, con la primera palabra que le dedicó… con su simple presencia, ella robó y se adueñó de su corazón. Ahora latía para ella.

—Gracias… —canturreó y él rogaba que no se detuviera, adoraba oírla— por confiar en mí.

Gracias por existir. Alabó en su fuero interno devolviéndole la hermosa sonrisa que ella le dedicaba.

Ella dio un nuevo paso, pequeños rayos de luz llegaban hasta su piel haciéndola brillar y parecer más irreal aún, si de por sí era hermosa, ahora, con la luz brillando sobre su piel, le parecía lo más perfecto que podía existir. Entonces supo que era aquello que desde el primer día lo hacía sentirse tan atraído a este bosque. Bien sabía que rocas y fósiles podía hallar por montones en otros lugares, no era el único yacimiento de conocimiento e investigación, pero él lo prefería y no era por la paz que le brindaba —como pensó antes—, sino porque desde un principio y sin que él lo supiera, su corazón la estaba buscando, estaba esperándola a ella, a que este momento se hiciera realidad.

Sólo un paso los separaba, sólo un paso era la diferencia que faltaba para tocarla y saber si era real o si se esfumaría como un sueño. Un hermoso sueño.

Temeroso, dio el último paso, sólo centímetros separaban sus cuerpos, sentía que su corazón se había vuelto loco, que en cualquier momento se escapaba de su pecho y se ofrecía como una ofrenda ante ella. Levantó la mano y con delicadeza la llevó hasta su mejilla. Con más cuidado aún, la rozó y se maravilló ante la suavidad casi irreal de la piel de ella. De su mujer. Porque había estado equivocado, el bosque no era de él, sino lo que estaba dentro de aquel lugar. Ella. Sentía una sensación de posesión crecer dentro de él. Era absurdo que se sintiera dueño de ella si ni siquiera sabía si algún día ella podría corresponder este loco sentimiento que había nacido espontáneamente; pero la sentía así, sentía que era suya, que su corazón era de él así como el propio había sido entregado a la vampireza sin esperar que lo cuidara siquiera. Simplemente, se lo regaló sin esperar ni pensar nada.

—Eres real —susurró sin dejar de acariciarla, cada vez lo hacía con más confianza y al ver que ella disfrutaba de su roce, no pensaba dejar de hacerlo. Su piel era fría, muy fría, pero a él eso no le molestaba, al contrario, le parecía esquicito—, al fin apareces, al fin te encuentro.

Sentía que era su corazón loco y entregado el que hablaba, su razón y pudor no hicieron nada por callarlo. Estaba tan encantado de que ella aún siguiera ahí, que no hubiese desaparecido cuando la tocó y que disfrutaba de ese contacto.

Se quedó sin aliento cuando la mano de ella se posó sobre la suya y entrelazó sus dedos con los de él. Supo en ese momento, por la forma en que ella lo miraba, con esa intensidad casi utópica, que el sentimiento no era unidireccional, que lo que ella experimentaba era casi tan intenso como lo que él sentía en ese momento. Ella también lo había estaba esperando, buscando y por fin lo hallaba.

—Y tú también eres real, no te has ido, no me has dejado… aún estás aquí —canturreó derrochando emoción en su voz, encanto, asombro y sobre todo, mucha felicidad.

—Y no me pienso ir.

Llevó su otra mano hasta su mentón y le inclinó la cabeza para poder sentir su fría respiración rozarle los labios. Delineó la línea de la mandíbula de ella con delicadeza. Se acercaron aún más, él sentía como la mano libre de ella se aferraba a su sudadera naranja un tanto desteñida. Vio sus ojos cerrarse ante la espera, el suspiro que soltó lo envolvió en una nube mágica que casi lo vuelve loco. El instinto posesivo se hizo más fuerte.

Mía, mía, mía y de nadie más, se gritaba en su cabeza una y otra vez mientras recorría los escasos centímetros que lo separaban de aquellos labios que parecían llamarlo desesperadamente.

—Tampoco pensaba dejarte ir…

Bisbiseó y él pudo sentir la vibración de sus labios. Fue el toqué final, ya no quedaba paciencia en él, no resistió más y se adueñó de los fríos labios que rápidamente se moldearon a los propios y le devolvieron el beso con intensidad, pasión y entrega. Pronto, la fría piel de ella tomó temperatura y él la estrechó con más fuerza entre sus brazos. Sentía que la cabeza le daba vueltas, el beso era embriagador, como toda ella en sí. Era la mejor experiencia que había vivido y no permitiría que fuera la última.

Mía, se repitió una vez más. Y para siempre.